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Columna
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En un mismo paquete

Lo peor de que se nos haya descubierto tan pronto que Ruiz-Gallardón le ha propuesto a Ana Botella que se incorpore a su lista electoral de Madrid es que la señora del presidente dijo que se va a tomar ahora unos meses para pensárselo: podemos llegar a Reyes en un sinvivir y metidos en la trampa de deshojar la margarita. Los Aznar son expertos en demostrar que en sus cosas mandan ellos y que tienen la sartén por el mango. Y como les divierte inducir a la intriga, ahora, a las quinielas sobre la sucesión del marido, hemos de añadir las especulaciones sobre si su mujer decidirá entrenarse con Madrid para servir luego a España o ha entendido que España toda le requiere ya sus servicios. Puede que, además, este anuncio sólo sea un modo de sondeo para que nos entretengamos en ofrecer al PP gratis nuestras ideas sobre el particular.

Es difícil, no obstante, creer a la señora cuando declara que no sabe qué va a ser de su vida en un futuro, aunque es verdad que el futuro preocupa menos a la gente instalada que a los parados. Pero más difícil resulta admitir que ese futuro no dependa de ella, sino de su partido y de su familia, sobre todo si es verdad que, efectivamente, posee el carácter y el talento que nadie le niega para influir en el PP y en su hogar de manera determinante y a la vez. Y esto debe de ser lo que a sus correligionarios les hace tenerla como un activo muy importante de su organización por mucho que renuncien a compararla con Hillary Clinton, entre otras cosas porque Hillary les debe parecer poca cosa. Ana Botella ofrece, sin duda, una garantía indiscutible como mujer: no sería en el Ayuntamiento de Madrid un florero. Y a pesar de que eso lo sabe Ruiz-Gallardón mejor que cualquiera de nosotros, es de suponer que, convencido de que la mano izquierda es lo suyo, haya buscado Ana Botella la mano derecha que necesitaba.

No es de extrañar, sin embargo, que tema a los riesgos de poner a discutir a cada rato a su mano izquierda con su mano derecha, no obstante lo cual puede que piense que tan aguerrida colaboradora ha de servirle como escudo de las acciones más conservadoras que tenga que emprender por coherencia ideológica en el municipio. O sea: que, sintiéndose incompleto por la derecha, busque completarse en Ana Botella. Conocido el perfil ideológico de la aspirante a concejal, su concepto de la familia, de las parejas de hecho, de la religión, de la escuela, del ejercicio del poder y hasta de determinados casos de acoso sexual, no sé si esta decisión de hacerse acompañar por ella corregirá la decisión de votar a Ruiz-Gallardón de algunos progresistas al saber que en el mismo paquete van los dos. Lo que sí es seguro es que el voto conservador sería depositado en este caso con una mayor tranquilidad y complacencia: Álvarez del Manzano conseguiría así que alguien ocupe su sitio en las procesiones y en las misas, lo cual pudo ser una preocupación del arzobispo Rouco, cuya intervención a favor de esta pareja no habría que descartar; la conservadora Iglesia madrileña contaría así con una candidata en las próximas elecciones. Y entre las cábalas cabe imaginar, incluso, que la generosa decisión de Aznar de designar a Ruiz-Gallardón con su dedo a la alcaldía de Madrid implicara ya, en su momento, la condición, le guste más o menos, de que se llevara a su esposa como adalid de las esencias populares y, sobre todo, como ángel protector que asegure al presidente la vigilancia de su posible alcalde ante cualquier posibilidad de desmadre progresista. De no ser así, correría el candidato el riesgo de haber tenido una idea que a su líder no se le había ocurrido antes, aunque coincidan los dos en el alto valor de Ana Botella para la política madrileña.

A mí me pareció exagerado que Trinidad Jiménez dijera que Ruiz-Gallardón y Aznar son lo mismo, pero quizá sea ahora Ruiz-Gallardón el que le da la razón a la candidata del PSOE al incluir a Aznar en su lista. Y digo incluir a Aznar porque se dice que el grado de identificación del matrimonio es tal que a algunos les ha permitido sospechar que la señora también gobierna. Así que si Botella se decidiera a servir a Madrid y ganara las elecciones, tendríamos garantizada la coherencia ideológica del PP y la permanencia del espíritu religioso y castizo de Manzano, pero si las perdiera, que se prepare la nueva alcaldesa de la izquierda para saber también lo que es oposición. En todo caso, no se puede dejar de reconocer en Ana Botella la humildad del gesto de quien pudo haber llegado a presidenta y se queda, por ahora, en concejal.

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