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VISTO / OÍDO
Columna
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Turquía islámica

Kemal Atatürk ('padre de los turcos': vaya un demócrata) intentó una república laica, demócrata, moderna: europeizó el alfabeto, prohibió turbantes y velos y algunas cosas más: para salir de su condición de imperio destrozado. Murió en 1938 sin haber conseguido más que sembrar la confusión: y casi setenta años después el islamismo vuelve en unas elecciones que rectifican la historia. Los turcos han sido robados, empobrecidos por sus gobernantes; dominados en la guerra fría por Estados Unidos, que estimuló a los militares a tomar el poder o a influir sobre él; canalizado su odio hacia los kurdos y desdeñados por Europa, que no les acepta como candidatos a la Unión Europea. Están en la OTAN como mercenarios; están lejísimos del Atlántico Norte, pero cerca de Rusia.

Hoy son islámicos por las elecciones y si no hay un golpe que lo impida. Pero una república islámica en esa zona y dentro de la OTAN es un riesgo grave. ¿Por qué han regresado a Mahoma? En primer lugar, nunca estuvieron totalmente fuera. La religión dejó de ser de Estado, pero no fue nunca dejada a su condición de creencia. En segundo lugar, por el recuerdo de un pasado islámico de grandeza imperial. En fin, por el espejismo de la religión en un país de ladrones, que ya hemos visto en Irán (los ayatolás contra el sah), que hace creer que los hombres de Dios son inasequibles a la corrupción: craso error. Sólo implantan una nueva dictadura con prohibiciones antiguas, costumbres arcaicas y castigos tan criminales como los de Occidente.

No es distinto de lo que pasa en todo el arco geográfico islámico, de tantas razas y culturas: una reacción fuerte contra las antiguas y las nuevas colonizaciones, como sus incesantes estafadores, como los que se llevan su petróleo. Si hay una revolución islámica mundial, que se defiende con esta nueva guerra llamada terrorismo, Turquía puede estar en ella. No parece claro que Estados Unidos la vaya a dejar seguir en su OTAN; a menos que los Viejos Turbantes sean ficticios y colaboracionistas, como en el extremo opuesto (Brasil, la izquierda) no dejarán a Lula seguir, si no es también cómplice; y no están dejando a Chávez en Venezuela. O no estamos.

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