El Alavés resopla en el último minuto
El Alavés resopla. Vive, que no es poco para un equipo que había entrado en coma profundo. La situación se había agravado esta temporada, al enviar al equipo de Mané al sótano de la competición, pero nació hace casi un año, el día en que el Sevilla había visitado por última vez Mendizorroza y que dejó en Vitoria una profunda huella. Sí, el Alavés terminó ganándose en junio un puesto en la UEFA, pero hace demasiado que no hace disfrutar a su gente. Los signos que dio ayer fueron los de un cambio repentino e inesperado, los del buen camino. Los contrarios que enseña el Sevilla, un equipo que se terminó convenciendo de su inferioridad, que trató de especular y acabó escaldado.
El partido bien pudo concluir en 0-0, aunque habría significado una victoria moral de los locales. Si no terminó así fue por Rubén Navarro, un delantero con clase pero demasiado intermitente, suplente ahora de Iván Alonso. Suyo fue el golazo del descuento, en el minuto 93, de los 94 que se jugaron. Esperó al último suspiro, cuando sabe mejor la victoria y hunde más de la derrota.
ALAVÉS 1| SEVILLA 0
Alavés: Dutruel; Geli, Karmona, Abelardo, Llorens (Magno, m. 60); Turiel, Pablo; Astudillo, Jordi, Ibon Begoña; e Iván Alonso (Rubén Navarro, m. 74). Sevilla: Notario; Alfonso, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Redondo (Gallardo, m. 70), Marcos Vales, Samways, Fredi; Antoñito (Moisés, m. 46) y Reyes (Víctor Salas, m. 60). Gol: 1-0. M. 93. Pablo saca una falta que rechaza la defensa sevillista, el balón le llega elevado a Rubén Navarro, que empalma una media volea desde el borde del área. Árbitro: Carmona. Amonestó a Samways, Pablo, Fredi, Ibon Begoña y Turiel. 13.745 espectadores en Mendizorroza.
El gol cambió el resultado, pero no la impresión general del choque. El Alavés puso mucho empeño y coraje, y un nulo acierto y sin fútbol. El Sevilla se vio cada vez más desplazado, desmotivado en un partido que adquirió unos tintes sanguíneos. Para el Alavés, el partido significaba todo o nada, mientras que para el grupo de Caparrós se acabó convirtiendo en sólo uno más. Ésa fue la diferencia.
Ante el Sevilla, a Mané le bastó con colocar a dos centrales, en lo que supuso el enésimo cambio. Mandó inesperadamente a Téllez a la grada y se demostró que por encima de esquemas y tácticas está la organización, la confianza en uno mismo y en el colectivo. Y por primera vez en dos meses el Alavés encontró algo de su antigua esencia. Salvo contados tics que recordaron al pasado más reciente, como algún regalo inoportuno de Llorens, la terapia por fin hizo efecto en el grupo de Mané.
La olvidada presión volvió a Mendizorroza, y el equipo vitoriano se podía reconocer a sí mismo. Hizo algo que no conseguía hace una eternidad: empeoró a su adversario. Transformó al Sevilla en un equipo más mediocre de lo que es. El grupo de Caparrós se conformó con tapar el único recurso alavesista, el balonazo y el juego aéreo. Pero cayó en la desgana, hasta que entró Rubén Navarro e hizo explotar a Mendizorroza.
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