La afición se ceba con De Boer
No quedan ya casi dudas. La crisis del Barça se extiende como una mancha de aceite. El modestísimo Lokomotiv de Moscú bailó al Barça buena parte de la noche pero sus delanteros no dieron ni una. El nigeriano Obiorah lanzó una volea al travesaño y después no supo marcar a portería vacía. Es un decir: allí estaba Puyol que, con unos sorprendentes reflejos, despejó el balón con el pecho cuando todo el mundo ya cantaba el gol. El Barça, en el tramo final del partido, se garantizó con el gol de cabeza de De Boer la clasificación a la segunda fase. Los números pueden ser esplendorosos (cuatro victorias en cuatro partidos) pero nunca una clasificación auguró un futuro triste.
La afición dio signos de hartazgo hace dos semanas ante Osasuna y ayer ya dijo basta. Van Gaal anunció el martes que por primera vez jugaría Riquelme de titular como gancho para atraer al público. Pero ni así: la afluencia de espectadores (unos 62.400) fue la más floja de la temporada. El partido fue tan gélido y soporífero y sólo quedaron un par de entretenimientos: esperar que Riquelme hiciera algún alarde y ensañarse con De Boer, que ayer hizo espléndidos regalos (uno descomunal a Julio César) a los moscovitas. El central celebró el gol con furia pero ni así obtuvo el perdón de la grada.
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