Nuestros bosques, en peligro

Ha empezado el otoño, y con él cientos de desaprensivos se adentran en los bosques en busca de las preciadas setas.

Cual castigo divino, a su paso cientos de setas sin valor culinario quedan destrozadas y decapitadas, y como si de una rastrilladora gigantesca se tratara, el bosque queda desprovisto de su capa de hojarasca, capa que protege a los hongos de las inclemencias del medio y que sin ella su supervivencia se ve fatalmente amenazada.

La parte verdaderamente importante de los hongos es la que no se ve, el cuerpo del hongo vive debajo de la hojarasca y es la maquinaria que posee el bosque para reciclar una y otra vez los nutrientes que necesita para sobrevivir.

El ser humano no sabe el significado de la palabra reciclar, pero en la naturaleza es la base de su existencia.

La rabia y la impotencia se apoderan de uno cuando contempla a sus congéneres hipotecando la supervivencia de los bosques por el único placer de encontrar una seta, que por muy apetecible que sea no justifica tales tropelías.

En mis últimas salidas al bosque me he dedicado a reponer la hojarasca que otros levantan, con la esperanza de salvar algún metro cuadrado de micelio, actividad que no me ha privado de la degustación de algún que otro ejemplar.

Desde estas páginas quiero hacer un llamamiento a todas aquellas personas, que se llaman aficionadas a la micología a que sean respetuosas con el medio y que, una vez levantada la hojarasca, la dejen en su posición original.

A nuestros políticos, ahora que están en campaña electoral, les pido que, bien a través de campañas de concienciación o a través de reglamentos como ya existen en otras comunidades autónomas, tomen cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde.