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Columna
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Falange y clementinas

Cincuenta años después, los nuevos mamones evocan otro plan Marshall, sin el humor de Berlanga. Eso es lo que sucede cuando el patriotismo se hace en la pañería, con ese corte a la americana que nos coloniza hasta la bandera. Pero hubo un tiempo, antes del estufido de la Unión Europea, que España fue la primera potencia exportadora de chupa chups, castañuelas y guitarras. Y no va de farol, que el récord está bien documentado. Menos conocido es el hecho de que España suministrara ideología a países extranjeros, como al Líbano. Es decir, matarile más que ideología.

En el texto de Jean Genet, Cuatro horas en Chatila, recientemente traducido al castellano por el arabista y catedrático de la Autónoma de Madrid Pedro Martínez Montávez, en una de las notas, que se recogen al final del mismo, se nos ilustra en referencia al término kataeb: 'En árabe, falangista. El partido Kataeb o Falange, formación de la extrema derecha cristiana maronita aliada de Israel, fue creada por Pierre Gemayel en 1936, tras un viaje por la Europa fascista. El nombre deriva, de hecho, de la Falange española (...). Fueron las milicias falangistas las que perpetraron las matanzas de Sabra y Chatila'. Así es que entre los chupa chups, las castañuelas y la Falange, España no fue ni tan ni autárquica ni tan ajena.

Sin duda, con nuestros lametones, nuestro alborozo, nuestros santos matasellados de urgencia y nuestras hazañas, hemos peleado un buen puesto en las cercanías de la Casa Blanca, a la sombra del número 1.600 de Pennsylvania Avenue. Allí vivaquea Aznar, con el empaque y la paciencia de un furriel a la espera del ascenso, mientras distribuye estampas de beatos y pliegos de cordel con danzas de la sección femenina y productos tradicionales, y vocea el poderío de una flota capaz de derrotar a un rebaño de chotos, en el Perejil. Pero damos repelús. Algún tipo perverso afirma que nuestra democracia tiene algo de obituario, porque en lugar de sacar a los presidentes de las urnas parece que los sacamos de las tumbas. Qué cochina envidia.

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