Tremendismo doméstico
Ya el título quiere ser polisémico, como diría un cursi estructural, en una obra escrita a cuatro manos y dos cabezas, una masculina y otra femenina, donde la defensa de la dama sería literal a la vez que alude a los azares más o menos preestablecidos del juego del ajedrez. Más allá de esas alegrías que tanto entretienen a los estudiosos, es posible que convenga distinguir entre oportunidad y oportunismo, y la relación que ambas opciones pueden tener con el resultado de un producto estético. Lo primero que llama la atención es la insistencia de los autores, o autor y autora, de esta obra en el esfuerzo de documentación que han llevado a cabo para confeccionarla. Total para hacer un melodrama de actualidad en el que una maltratada que vive con su padre viudo, acosador de su hija también en su juventud, espera con temor la salida de su maltratador en libertad condicional.
Defensa de dama
De Isabel Carmona y Joaquín Hinojosa. Intérpretes, Juan José Otegui, Ernesto Arias, Rosa Manteiga. Vestuario, Déborah Macías. Iluminación, José Manuel Guerra. Escenografía, Sven Nebel, José Luis Gómez. Espacio sonoro, Mario Goldstein. Dirección, José Luis Gómez. (Teatro de la Abadia). Teatro Rialto. Valencia.
A partir de ahí, pasa lo que tiene que pasar, y la cosa discurre sobre el escenario a la manera de fragmentos de realidad sin talento dramático ni gusto compositivo, hasta el punto que sorprende que José Luis Gómez se haya dejado tentar por la dirección de una obra tan plana como repleta de buenas intenciones. No sé si la presencia inicial en el reparto de Ana Belén y Antonio Valero tendrá que ver con el asunto, pero aquí del reparto original sólo se mantiene el gran Juanjo Otegui. Se ve que las estrellas no hacen bolos. En cualquier caso, sus sustitutos hacen lo que tienen que hacer con unos papeles carentes de carne y sujetos a la veracidad de la estadística, en un empeño a ratos tremebundo que no sé yo si quiere ser ejemplar. No lo consigue.
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