¡Premio!
Hace un par de domingos habíamos dejado a El Pijoaparte, la criatura de Juan Marsé, a lomos de una moto (robada), camino de la finca que los padres de Teresa Serrat (Últimas tardes con Teresa) tenían en la Costa Brava, dispuesto, esta vez sí, a zamparse a la pubilla. Lo habíamos dejado en el mismo instante en que lo detenía la policía. A El Pijoaparte le cayeron dos años de cárcel, y es ahí, en la cárcel, a punto de salir, donde volvemos a encontrarle en La oscura historia de la prima Montse (1970), la novela que Marsé publicó cuatro años después de Últimas tardes con Teresa.
En esta segunda novela, Marsé le reserva a El Pijoaparte un papel secundario, pero más gratificante que en la anterior: El Pijoaparte no sólo se zampa a las pubilles Claramunt, Nuri y Montse (la pobre Montse, al verse abandonada por el 'guapo tenebroso', se suicida arrojándose del puente de Vallcarca), sino que además, finalmente, consigue un trabajo y desaparece definitivamente de la novelística de Juan Marsé.
En cierto modo, La oscura historia de la prima Montse viene a ser una ramificación de la famosa pierna de la señora Serrat (la mamá de Teresa), aquella pierna 'catalana, recia, familiar, confortable, tranquilizadora (...), símbolo de un robusto sentido práctico y de una sólida virtud montserratina'. Sólo que aquí la víctima de la pierna y de su entorno mezquino y beato no es un pobre charnego, sino una de las hijas de la mismísima pierna, una pierna que aquí se llama Claramunt, de la prestigiosa fábrica de medias para señora Claramunt (en realidad, El Pijoaparte y Montse Claramunt son víctimas de sí mismos, pero en el caso de la caída mortal de la prima Montse, es evidente que la pierna montserratina ayuda, empuja lo suyo).
La oscura historia de la prima Montse, como novela, es en mi opinión bastante inferior a Últimas tardes con Teresa, pero tiene el mérito -que no es poco- de ser ahí donde Marsé se pone estupendo y empieza a vomitar sobre un determinado sector de la sociedad catalana y barcelonesa de los sesenta con una generosidad y una alegría que supera de largo la mala leche demostrada con los 'señoritos de mierda', con los universitarios rojillos hijos de papá de 1956.
En esta ocasión, la bestia negra de la novela de Marsé es un tal Salva Vilella, el esposo cornudo de Nuri Claramunt. El autor lo presenta como un ejemplo interesante de arribismo, 'en la especialidad que pudiera llamarse diocesana'. Un tipo que al lado de su tío, 'un viejo y zarzuelero tenor catalán' que se especializó en bodas de rito montserratino, adornándolas con cancioncillas de 'mel i mató', aprendió de jovencito a introducirse en 'los repliegues de nuestra benefactora y limosnera burguesía', hasta convertirse en un activo dirigente de AC y en miembro de la familia y de los negocios de los Claramunt, mediante un oportuno braguetazo con Nuri Claramunt perpetrado en la cumbre del Pedraforca (o en el interior de un seiscientos).
En la novela de Marsé nos encontramos al tal Vilella disfrutando de un cargo 'confusamente cultural' en la Diputación, 'además de la sagrada causa pro lengua vernácula escarnecida, con sustanciosos y misteriosos intereses editoriales de Aportació Catalana'. El capítulo que el autor dedica al homenaje que un grupo de amigos le ofrecen a Vilella en La Cova del Drac con motivo de la publicación de una recopilación de textos y conferencias no tiene desperdicio. Allí abundan plumíferos y currinches de muy diverso pelaje, 'Expertos en cuestiones vaticano-conciliares y en marxismo, en kremlinología y en sociología postecuménica'. 'Algunos críticos', escribe Marsé, 'venían de un hotel donde se acababa de conceder un sonado premio literario y todavía llevaban en los labios triturados palillos manchados de café, de charrameca y de ignorancia'.
Mientras un tipo levantaba la copa para brindar por Vilella, 'ante tu condición firme de obra bien hincada en lo sardanístico', un par de críticos 'chapoteaban rumbosos en la pestilente charca del periodismo:
-El corintelladismo es aumentativo y nefasto, conforme, pero más lo es el raphaelismo televisivo y mariconil. Más manuelaznarismo le hace falta a nuestra prosa.
-¡Ah!, magistral lección, prosa rigurosamente cincelada'.
Esto escribía Marsé en 1970. Hoy, Vilella está en el poder y el manuelaznarismo (de Manuel Aznar, abuelo del presidente del Gobierno y, a la sazón, director de La Vanguardia) se va imponiendo en una determinada prensa. Y mañana, 21 de octubre, en el Saló de Cent del Ayuntamiento barcelonés, a las 7.00 de la tarde, todos los Salva Vilella, todos los 'señoritos de mierda', todas las piernas catalanas, recias y montserratinas, amén de algunas personas decentes, le ofrecerán a Juan Marsé (junto a Josep Maria Espinàs y a Terenci Moix) la medalla de la ciudad al mérito artístico (un mérito, el artístico, que nadie podrá discutirle). Allí estaremos.
P.S. 'Vor der Kaserne, vor dem grossen Tor, stand eine Laterne...'. El pasado lunes, en un pueblecito de Baviera, fallecía, a los 91 años, Norbert Schultze, el compositor de la célebre canción Lili Marleen. Fue mi canción de niño, oída por primera vez en una radio británica, durante la II Guerra Mundial. Descanse en paz.
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