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Reportaje:AULAS

Treinta jueces en la tutoría

Alumnos de un instituto de Córdoba aprenden las complejidades de la justicia

Éste es el caso: 'Va por la calle como un loco. No utiliza el casco. No respeta las señales. Disfruta asustando a los ancianos. Huye cuando le da el alto la Policía'. Y ésta, la sentencia: 'Que haga un curso de educación vial. Que pase varias horas a la semana ayudando a personas tetrapléjicas. Que entre en el quirófano y presencie una operación de una víctima de un accidente de tráfico. Que le quiten el permiso de la moto'.

Tal torrente de ideas proviene de un grupo de magistrados jóvenes: Inma, Lourdes, Manuel, Pablo y Patricia, cinco estudiantes de 4º de ESO del IES Luis de Góngora de Córdoba, que participan, con tres centenares de compañeros más, todos entre los 12 y los 15 años, en un programa de actividades con muchos (y muy jugosos) objetivos. Juan Manuel López, orientador del centro, los resume así: 'Queremos que los alumnos aprendan a ponerse en el lugar de los demás, que comprendan los sentimientos de los otros y entiendan porqué actúan como lo hacen: que sean positivos y tengan conciencia de que hay que dar siempre oportunidad de mejorar; que sepan distinguir normas, derechos y deberes, y que comprendan que una mejora de la persona contribuye a una mejora en la institución'.

La idea consiste, pues, en convertir a los alumnos de cada tutoría, aunque sea por unas horas, en jueces; darles ideas, criterios y casos prácticos (recogidos de la realidad que les rodea) para que se enfrenten a conflictos que necesitan resoluciones justas, que beneficien a todos los implicados. No es fácil. Y más si se tiene en cuenta el modelo que se les propone; a saber, Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, muy conocido por sus sentencias, tan atípicas como cargadas de contenido educativo. Calatayud pasó unas horas en el instituto, dando la lección inaugural del curso en un salón de actos abarrotado de alumnos, padres y profesores. Después de una charla cercana y plagada de ejemplos ('Si se ponen a tontear con el alcohol, pues los fines de semana, a las siete menos cuarto de la mañana, a limpiar los efectos del botellón') contestó a las preguntas de los presentes. Que quedaron, en general, impresionados por la complejidad del oficio.

Pero volviendo al equipo de magistrados de 4º de ESO. Pablo Córdoba ve muy difícil elegir lo mejor para cada persona: 'Es una carga de responsabilidad muy grande, siempre puedes cometer un fallo', dice. Lourdes Roldán asegura que, si fuese jueza, 'antes de dictar sentencia estudiaría la vida y las circunstancias de cada uno, no trataría sólo de castigarlo'. Manuel Morales asiente: 'Eso es lo que corresponde al juez, ayudar a reinsertar al acusado, hacerle reflexionar'. Inma Hidalgo indica: 'Porque hay que mirar cómo será el futuro de esa persona, no puedes actuar con rencor'. Y Patricia Moreno remata: 'Si cometes un delito también tienes derecho a una oportunidad, es algo que nos podría pasar a nosotros'.

Los cinco analizan otro caso, el de unos alumnos que se meten con una compañera del instituto ('Mora, mora', le dicen), porque es musulmana y se cubre la cabeza con un pañuelo. Su sentencia tiene dos partes. Una seria: 'Que estudien historia de las religiones, que lean los libros sagrados, para que vean el porqué de las cosas'. Y otra en broma: 'Que se pongan ellos el pañuelo durante un mes'.

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