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Columna
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Un mal día

Vaya día. Decían que Zolder sería el circuito belga de velocidad que coronaría al nuevo campeón del mundo en un más que previsible sprint. Pero ahora digo yo que Zolder, es un circuito de asfalto duro, muy duro, durísimo. Y para más inri, rugoso, del que agarra cuando llueve, pero también del que raspa si te caes, vaya si raspa. La verdad es que ha sido una pena, porque la oportunidad que tenía Óscar de conseguir un tercer Mundial era de las buenas. Sin duda, no era el mejor circuito ni para él ni para nosotros, pues era excesivamente fácil, y la selección natural fue menos de la esperada. Nosotros teníamos un equipo fuerte y compacto, y en un circuito más selectivo nos hubiésemos lucido más. Pero tampoco era malo para Óscar: es un sprinter, y la carrera iba destinada al sprint masivo.

Hemos ido muy rápido. El día ha sido todo lo primaveral que puede ser tratándose de Bélgica en octubre y, por fortuna, el asfalto se ha ido secando conforme pasaban los kilómetros. La cosa no iba del todo mal. Pero entre que éramos demasiados, y que estábamos nerviosos y tensos, algo tenía que pasar. Y ese algo no podía ser más que la caída.

Y allí he estado yo, es decir que hoy no escribo desde el sillín, sino desde el propio suelo. El vuelo que he pegado ha sido impresionante. Y no es fácil pasar de la bici a más de 50 kilómetros por hora a estar anclado en el asfalto en segundos sin dejar ningún hueso de comisión. Pero no, mientras escribo esto todos están en su sitio, así que debo andar bien de depósitos de calcio. Unos cuantos centímetros cuadrados de piel si que me faltan, pero eso dicen que es como la mala hierba, que si la dejas, sale sola.

Y luego encima para rematar la faena, a Óscar le ha cerrado otro corredor, y le han dejado la rueda inservible, con lo que se ha quedado sin posibilidades. Vaya pena, porque os aseguro que llevaba piernas de ganador. Un pedaleo de ese que no engaña. Pero no, que hoy hemos debido levantarnos con el pié izquierdo. Así que hoy, con más ganas que nunca: hasta mañana.

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