Alojamiento con vistas a la Ribera del Duero

La bodega Arzuaga Navarro, como reza su cuaderno de presentación, adorna una carretera tan castellana como la que une Soria con Valladolid, en plena Ribera del Duero. Es una evocación monacal con arquerías en piedra, torres coronarias y un campanario rematado por la veleta de los vientos, que desde hace un año atiende a la pujante industria turístico-bodeguera. Una placa azul con cinco estrellas plateadas anuncia el acondicionamiento hotelero que Florentino Arzuaga, padre de la diseñadora Amaya Arzuaga, ha emprendido en el ala este de su catedral enológica.

El hotel vive inmerso en la bodega, pared con pared con los depósitos de acero inoxidable, el laboratorio de catas y las barricas de roble francés. El viñedo se despliega, geométrico e inabarcable, a sus pies. Por eso extraña que toda esa categoría exhibida en el portón de entrada desluzca luego en unas instalaciones hoteleras tan limitadas y en un servicio tan precario, sin aparcacoches, mozo de equipajes, ni personal suficiente para atender en horas punta el mostrador de recepción. Insólito, por frecuente, encontrarse de noche el restaurante cerrado y estar obligado a buscarse una mesa para cenar a varios kilómetros del hotel. Se ve que el interés prioritario de la propiedad es proveer alojamiento y banquetes a la clientela de empresas. El proyecto inmediato de ampliación incorpora nuevas salas de reuniones, una piscina y un complejo termal con gimnasio y sauna. Las 24 habitaciones acreditan unas dimensiones equilibradas, comodidades de lujo y una eficaz insonorización, imprescindible dada su proximidad a la carretera general. Si no se quiere subir escaleras,un ascensor iluminado con decenas de bombillas que se encienden y apagan facilita el acceso. Severa y aun engolada parece la ambientación en general, por muy emparentado que esté el mobiliario con los toneles de las salas de crianza. Los suelos, de tonalidad tinta, abusan del anagrama bodeguero. Más elegantes, los cuartos de baño, que se visten de mármol fino en tonos cenizos. Todos con ducha y bañera de hidromasaje.

Ante la moda de hoteles bodega, Arzuaga da el primer paso en la categoría gran reserva clásico, aunque con una decoración de retrogusto cremoso.