El pesado
'Buenas, ¿quién es usted y qué quiere?'.
'Buenas, soy un pesado y vengo a aburrirle durante cinco minutos'.
'Vale, pero sea breve, por favor, que tengo que gobernar un país y la cosa está muy complicada'.
'De acuerdo. Mire, está complicado porque usted no se aclara. Durante los próximos dos años, más o menos, su gobierno tiene que enfrentarse a un replanteamiento, si lo prefiere a una recomposición de todo el país. Eso es algo que casi nunca tiene un final feliz y, en el mejor de los casos, el intento tiene que terminar con un apaño que deje pasmado al personal durante otros veinticinco años, mientras se piensan qué es lo que ha pasado. Lo que no puede hacer es, al mismo tiempo que se embarca en esa empresa, provocar conflictos sociales, cambiar los hábitos de trabajo y ponerle letra a la música, porque la gente tiene el oído muy fino y prefiere interpretar por libre en lugar de marcar el paso. O sea, que tiene que retirar la ley, dejar en paz la música y esconder la letra para mejor ocasión, porque usted no es un milhombres y ya tiene bastante con lo que tiene. Su problema es el mapa y no debe confundirlo con los problemas sociales del territorio, que eso ya vendrá después y tendrán que hacerlo otros. La división del trabajo hace tiempo que está inventada y no es el momento de hacer política artesanal'.
'No me cuenta usted nada nuevo. Hace días que estoy en ello, pero cuanto más me retiro de lo social más se me complica el mapa. Es como si se dieran cuenta de que estoy indeciso, un poco inseguro antes de retirarme por el foro, y todas las viejas glorias, casi todos cincuentones, salen de nuevo a la palestra para contar su batallita, reivindicando lo que pudo ser y no fue'.
'Eso también tiene su explicación, pero parece que no quiere entenderlo. Los cincuentones, como usted los llama, están a punto de jubilarse y, como es lógico y era de esperar, se resisten duramente. Les llegan los recuerdos por oleadas y les gustaría volver a sus comienzos para soñar que pueden empezar de nuevo. Es normal y hay que comprenderlo, no hay que enfrentarse a ellos porque sufren de reminiscencias y todavía pueden provocar un atavismo, regresión o salto atrás. Todo lo contrario, hay que facilitarles la jubilación, agradecerles los servicios prestados, de forma honesta y sincera, si es necesario regalarles un vídeo de homenaje a sus esfuerzos, una costumbre que cada día está más de moda. Y, mientras tanto, abrir las puertas de par en par a las generaciones actuales, como ocurrió en los años sesenta, para que corra el aire y tomen todo el protagonismo posible'.
'Tiene demasiada fe en la juventud y eso también es un prejuicio. Ser joven no es una excusa. Por ejemplo, la oposición actual es más joven, pero tengo la sensación de que piensan lo mismo que yo aunque con otro estilo. Y, además, se le acabó el tiempo. Haga el favor de irse'.
'De acuerdo, puede que también se equivoquen pero, al menos, lo harán sin nostalgia y eso ya es otra cosa. Me voy, pero estoy tentado de no volver'.
'¡Dios mío, qué pesado es este individuo! ¿Por qué no se aplicará el cuento y se jubilará de una vez? No le regalaría un vídeo sino la obra completa de Akira Kurosawa, con tal de que se retire de una vez'.
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