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Reportaje:

El gen del estropajo

Políticos de la Diputación de Córdoba aprenden a compartir las tareas domésticas

El gen del estropajo, que quede claro, no existe. No es verdad que las mujeres tengan una facilidad innata para fregar sartenes, de modo que la grasa refrita salga despedida nada más ver cómo se aproxima amenazante una mano femenina. No: eso son prejuicios que vienen de la noche de los tiempos y que hay que abandonar lo antes posible si se aspira a la igualdad entre géneros. Y precisamente con ese objetivo se impartió ayer en la Diputación de Córdoba el primer taller de la campaña de reparto de responsabilidades y tareas domésticas que, con un nombre tan sonoro como Ole tus huevos, pretende concienciar e informar a hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de la necesidad de valorar y compartir el trabajo en el hogar.

Los alumnos eran pocos, pero voluntariosos. Entre ellos, Francisco Pulido, presidente de la Diputación, y los delegados José Abad, Rafael Cañete y José Antonio Albañir. A las seis de la tarde, sentados en el salón de plenos con sus carpetas y bolígrafos, con aire de culpa, dispuestos a admitir que en casa no hacen tanto como debieran. La mayoría explicó que la vida de político no deja tiempo para nada; el más atrevido, José Antonio Albañir, dijo ser 'víctima del machismo más beligerante' y haberse criado en una familia en la que cualquier amago de ir a freírse un huevo o hacerse la cama desataba grandes manifestaciones de duelo entre las mujeres.

El profesor, Francisco Berenguer, del Instituto de Estudios Sexológicos Al Andalus de Granada, se reía. 'Venga, que víctimas del machismo somos todos', decía. 'A los hombres nos cuesta trabajo aceptar que tenemos privilegios, que mantenemos una situación injusta de la que somos cómplices. Es más fácil sentirse solidario con causas del Tercer Mundo que con la compañera que tenemos al lado'.

Berenguer, en un lenguaje cercano y comprensible, les aclaró los conceptos de sexo, género, rol y estereotipo; les hizo hablar de lo que entendían por ámbito público, privado y doméstico (cosa que no tenían demasiado clara); señaló que quizá ellos pueden elegir lo que hacen con su tiempo privado, sus horas libres (leer, cazar, tirarse en el sofá con el mando a distancia de la tele), pero que muchas mujeres no tienen la misma elección, porque la cocina, la lavadora y el cuidado de los hijos no les dan tregua. Los alumnos, casi al unísono, contestaron que ese problema no se plantea en sus vidas: 'Para los políticos no existe el tiempo libre', decían, mientras miraban disimuladamente el reloj.

'Trabajen fuera de casa o no, las mujeres son las que se comen la parte doméstica', afirmaba Berenguer sin misericordia. 'Y el trabajo doméstico es el que peor se paga, si es que se paga. No se le da importancia, parece que lo hace el que no sirve para otra cosa. Pero en realidad es muy complicado', remataba. Ojalá estas sean las primeras llamaradas de una revolución.

Más justicia en casa

Estos talleres están pensados para durar 12 horas (con horarios flexibles y adaptados a las necesidades de los estudiantes) y para incluir un poco de práctica culinaria en la cocina de un restaurante, que debería durar unas cuatro horas. 'Pero lo más importante no es aprender a freír huevos, sino darse cuenta de las cosas, en fin, concienciarse, cambiar la mirada', explica Ana Rojas, diputada de la Mujer. 'Esto de hoy [por ayer] es una pequeña muestra, un aperitivo'. La idea es ir trasladando a todos los pueblos de la provincia de Córdoba, con la ayuda de los ayuntamientos, y a través de colegios, institutos, asociaciones vecinales, femeninas, de madres y padres de alumnos, y si es preciso hasta de peñas deportivas, un conjunto de conferencias participativas. Irán acompañadas de actividades de formación, y estarán destinadas a ayudar a romper estereotipos, a ilustrar a la población sobre las claves diarias de la igualdad; a darles argumentos para discutir y para llegar a acuerdos beneficiosos para todas las partes. 'Hasta el momento', cuenta orgullosa Ana Rojas, 'ya han demandado los talleres en muchos sitios'. Sólo hace falta reunir un grupo de más de 10 personas (el máximo es de 30 alumnos) y disponer de un lugar de reunión. La Diputación pone los profesionales especializados y los materiales; se puede solicitar incluso a través de Internet, en la página web de la institución. Así, con un poco de suerte se conseguirá dar la vuelta a la injusta situación actual, en la que sólo el 5% de los hombres afirma dedicarse a las tareas domésticas, frente al arrollador 75% de las mujeres. Habrá talleres dirigidos a hombres entre los 18 y los 60 años, sobre educación sentimental, sobre cómo compartir funciones sin perder identidad, sobre qué es realmente la masculinidad. Y por supuesto para mujeres, sobre autoestima, sobre el rol de la mujer en la unidad familiar, sobre la negociación. Se han programado también cursos específicos para la juventud, bajo el lema 'Los jóvenes vamos a barrer'. A todo esto se destinará, en los meses que le restan a 2002, un presupuesto de 24.040 euros.

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