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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Los otoños insolventes

La aburrida persistencia de la lluvia en este principio de otoño y su mucho prestigio dramático en el cine de amores contrariados ¿no vendrá a ser un húmedo mensaje de interpretación variable?

Y no como otros

El discurso político del candidato Camps oscila entre la tentación del mago deseoso de cubrirnos de regalos y la regañina hacia quienes desatienden esa bonita ilusión infantil, que vienen a ser los socialistas. Ninguna sustancia en una prosodia desganada, ningún brillo en una exposición rutinaria, un aburrimiento sin énfasis para un candidato de carrerilla propenso a dar de pena en la pantalla, sobre todo cuando hay focos draculinos de por medio. Hasta ahora, el señor o señorito Camps no ha hecho otra cosa que anunciar paraísos terrenales -con algún artificio, eso sí- y reprochar al adversario que carezca de la ilusión de la que él anda sobrado. En la romería del Congreso, ha dicho que el partido es lo que Zaplana ha querido que sea. ¿Y si esa ruda alabanza ocultara un muy cristiano y macerado reproche?

Indulgencia asimétrica

El escritor inglés Martin Amis se ha puesto en plan Jiménez Losantos y reprocha a sus amigos de juventud sus ilusiones de izquierda. No hace tanto tiempo que la derecha europea quiso linchar a Joschka Fischer, piedra angular de la nueva Europa que se avecina, a cuenta de algunos desahogos sesentayochistas. Pero arremeter contra los viejos amigos en nombre de un pasado remoto y a favor del radicalismo liberal sería cosa de broma de no servir de coartada para otra broma siniestra. Si hasta los más idealistas de corazón se equivocaron al no admitir la existencia del Gulag, entonces es que todo les está permitido a quienes ya no idealizan nada. Y si te molesta el fantasma trotsko o anarquista o comunista de tu mejor amigo de juventud, lo fulminas por escrito asegurando que era nazi y asesino sin saberlo, y aquí paz y después gloria literaria.

La guerra de nadie

Hay poetas de la experiencia y poetas del sentimiento, allí donde las cartografías anímicas se rinden a la ortopedia. Hay también escribas sin experiencia ni sentimientos solventes que se apropian de un tema por oportunismo y no sólo es que no lo sueltan así como así, cuando está claro que es muy poquito lo que tienen que decir sobre la cosa, sino que además insultan sin decoro a quien se atreve a decir la suya sobre sucesos históricos que el profesional de la añoranza desearía haber patentado como propios. Los hechos y los detalles tremendos de la guerra civil española son como una enorme fosa común que la constancia de la lluvia memoriosa va arañando hasta colocarlos al nivel freático del rastrillo de jardinería de fin de semana. De ese aluvión de esqueletos sin memoria nadie tiene la exclusiva, salvo -ellos, sí- los que murieron. Y sus deudos, no sus deudores de ocasión.

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La cultura más cara

Al final va a pasar que en toda Europa ningún ciudadano paga tan cara su cultura como el valenciano. Bien está si se trata de cerrar de una vez por todas las heridas de un conflicto en el que los antecesores ideológicos de los de ahora pusieron la sal y el vinagre. Pero esa paz siempre en trance de recuperar su fragilidad política nos sale por un ojo de la cara. A cuenta de ese futuro de calma con la que de momento el poder popular guerrea, los artistas de la Biennal ni han cobrado todavía, el Consell Valencià de Cultura se aumenta en un 80 % el capitalito para dietas y demás planes de pensiones, y la presidenta de la Acadèmia Valenciana cobrará 60.000 dólares anuales por contener la lengua, lo que no está nada mal en relación con el carácter decisivo de sus intervenciones. ¿Tan mal pinta la paz social en asuntos de lengua y de cultura general que hay que inflar el estipendio hasta ese punto? ¿0 sólo estamos ante un risueño episodio de rapiña sobrevenida?

Interlocutor electrocutado

Con lo claro que lo tenía Carmen Martín Gaite y lo oscuro que lo tiene el abertzalismo del norte. No es que no haya nada que dialogar, pero la pregunta verdadera es con quién se sienta uno a la mesa. Un personaje como Otegi, tan ruidoso en sus manifestaciones de calendario, ¿está en condiciones de negociar asuntos de más seriedad que la kale borroka optativa entre dos coches bomba y lograr de los suyos respeto por los acuerdos obtenidos? La ausencia de un interlocutor válido y con la autoridad necesaria para imponer los acuerdos alcanzables, denota la inmadurez mesiánica de un movimiento que no puede delegar en nadie porque todavía permanece incontrolado desde dentro en su calculada inestabilidad de temporizador caducado. Negociar, ¿con quién? ¿Qué representante político de la izquierda abertzale garantiza que habla en nombre de los suyos con la autoridad suficiente para que nadie rechiste ni mate una vez pactada una posible salida negociada?

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