Espectáculo
El capitalismo actual no sabe actuar sin el mundo del espectáculo. Mejor: el sistema del espectáculo es su forma radical de entender la vida, la crisis o los avances del progreso. Cuando prospera, lo hace a través de noticias sensacionalistas, y cuando decae, también. El auge de los países asiáticos, llamados 'dragones', precisamente para acentuar el clímax, fue espectacular, pero también ahora es espectacular la crisis. Los despidos no son gota a gota, sino en cascada; los fraudes de las empresas no son aislados y menores, sino en cadena y de dimensiones formidables. La euforia o el pavor, según los años, es la medida de las noticias. Ha terminado el tiempo en que los acontecimientos obedecían a un proceso. Las noticias de hoy estallan. Son del orden de la hecatombe, los milagros o la fatalidad. ¿Por qué se viven más de 30 meses seguidos de descenso bursátil cuando nunca antes, incluso con la Segunda Guerra Mundial, se alcanzó esta longitud? La respuesta es que, en el presente, la talla de cualquier realidad necesita ser récord. Salir en primera plana. La nueva economía se alzó como una gigantesca prueba de un porvenir inédito, pero luego la burbuja especulativa estalló como una bomba atómica. La idea de ir poco a poco se encuentra anticuada. Más aún: no puede ser televisada. Al mundo del arte convertido en espectáculo, al mundo de la religión transformada en espectáculo de multitudes y guerras, al mundo del sexo traducido en espectáculo pornográfico, sucede el mundo espectacular de lo económico. Todo forma parte de una misma cosmología mediante la cual el mundo se define y nos comprehende.'La Humanidad, que antiguamente, con Homero, había sido objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ha venido a serlo para ella misma. Su alienación, de sí misma para sí misma, ha alcanzado ese grado que la hace convertir su propia destrucción en una sensación de primer orden'. Éstas son palabras proféticas de Walter Benjamin hace un puñado de décadas. En el capitalismo actual, cubierto de incontables pantallas, de pantallas como espejos, la realidad se complace en sí misma, se emborracha de su imagen, y ya nada que importe dejará de ser un vómito espectacular y obsceno.
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