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Reportaje:

La fábrica de artistas

Una factoría del siglo XIX en Adra se convierte en Centro de Arte para jóvenes

La escasez de espacios arquitectónicos libres y diáfanos en propiedad de instituciones locales ha truncado a más de un creador el sueño de exponer su obra sin límites ni encorsetamientos. La avidez del artista que trabaja el arte contemporáneo por una ubicación abierta en la que explicar sus procesos creativos sin merma alguna ha recalado en la sensibilidad de quienes dirigen los designios del municipio costero almeriense de Adra, de 22.000 habitantes, para dotar al pueblo de una infraestructura adecuada. La restauración, desde 1993, de la antigua Fundición de Plomo de San Andrés, construida en el siglo XIX, ha permitido la recuperación de la edificación, conocida como Fabriquilla del Vinagre, para Centro de Arte Contemporáneo. Éste servirá de trampolín a artistas menores de 35 años. 'La Fabriquilla del Vinagre formaba parte de todo un complejo industrial relacionado con la extracción del plomo. Allí se fabricaba el vinagre utilizado para dar la pátina a los metales. La idea de reconvertir el lugar en Centro de Arte pasa por implicar a gente joven que trabaja con estilos y materiales contemporáneos y no encuentran lugares donde exponer', explica el alcalde abderitano, Joaquín Navarro Imberlón (PSOE).

La propuesta, de la que ya se ha hecho eco la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada, que no ha ocultado su interés por el espacio y cerrará un calendario de exposiciones con el Consistorio, permitirá a jóvenes promesas contar con un catálogo y el patrocinio del propio Ayuntamiento de Adra.

Los 150 metros cuadrados distribuidos en dos plantas servirán, de este modo, de referente constante para seguir 'de cerca' las nuevas tendencias creativas en el municipio del Poniente más alejado de la capital almeriense. 'Estableceremos una suerte de criba o método para seleccionar a estos artistas de manera que su línea de trabajo esté en consonancia con lo que el Centro pretende difundir y mostrar a un municipio que no renuncia al arte de vanguardia ni al apoyo institucional de los jóvenes creadores', expone Navarro Imberlón.

El pistoletazo de salida para la nueva fábrica de artistas lo dará, a partir del jueves, el creador Pepe Yagües en el marco de la tercera edición del proyecto multidisciplinar de arte contemporáneo Arte en la calle, que el municipio celebrará durante todo el mes de octubre.

El artista murciano ha rendido su particular homenaje a la construcción del siglo XIX con su exposición De amores agrios, en la que combina el concepto de eros, presente siempre en su obra, y lo agrio en alusión a la fábrica del vinagre. El perfil de Yagües, sobradamente conocido y valorado por su estilo inconfundible a la hora de jugar con todos los materiales imaginables a su alcance, será la excepción de entre quienes a partir de ahora crucen el umbral de la antigua factoría.

Herencia de la industria del plomo

La minería del plomo en la Sierra de Gádor (la sierra alpujarreña más próxima a Adra) supuso un factor de capitalización muy importante que, hasta 1839, monopolizó casi la totalidad del plomo extraído en España. Sin embargo, el sistema extractivo empleado no tardó en tambalear la productividad de los pequeños hornos construidos con lajas, launas y adobes que se alimentaban con leña. La instalación de grandes fábricas que utilizaban técnicas metalúrgicas importadas de Inglaterra no tardaría en provocar la ruina de las antiguas fundiciones. Por aquel entonces, se instalaron en Adra las más modernas fábricas con las últimas innovaciones técnicas de hornos reverberos a la inglesa. Los empresarios que las pusieron en marcha jugaron a una doble especulación consistente en la compra del mineral cuando el plomo se encontraba a un precio bajo y en mantener en reserva los productos del plomo una vez confeccionados para darles salida sólo cuando éstos alcanzasen el valor más alto en los mercados. La Fabriquilla del Vinagre que hoy recupera el municipio abderitano como Centro de Arte sirvió como un engranaje más de esa industria en la llamada Fundición de San Andrés que, en 1837, compraría a manos inglesas el empresario Manuel Agustín Heredia. La factoría contaba con un edificio grande, ocho hornos reverberos de fundición y otros dos preparados para dar mayor ensanche. Completaban las instalaciones otros seis hornos abiertos, una máquina de vapor de 14 caballos que daba viento a los hornos y un taller de estirado de plomo en planchas. Fue precisamente Heredia quien construyó también una de las actuales señas de identidad del municipio: la Torre de Los Perdigones. Con esta construcción de unos 45 metros de altura se fabricaban los perdigones que, en su caída desde lo alto de la torre, se enfriaban y obtenían su forma caracol. Tras subir el plomo derretido en calderas y dejarlo caer por rampas hasta su base los perdigones quedaban perfilados por la acción del viento, que se encargaba de enfriarlos. Ahora, casi dos siglos después, la infraestructura industrial heredada de aquellos años sirve de marco para otra factoría, la artística.

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