La mirada diferenciada
Maite Apezteguía acaba de presentar en Venecia Aire, su aportación junto con Javier Pérez Herreras y Javier Quintana de Uña a la Bienal de Arquitectura. Aire supone una reflexión entre teórica y práctica, una elucubración futurista sobre la materialidad del aire, una investigación espacial que parte de El jardín de las delicias de El Bosco. Es la última intervención de una arquitecta que comenzó compartiendo estudio con Patxi Mangado, que ha elaborado interesantes aportaciones sobre la rehabilitación de edificios industriales y que en la actualidad ultima los detalles finales del proyecto de la Cámara de Comercio de Guipúzcoa.
Pero Apezteguía es también la principal referencia de la arquitectura realizada por mujeres en el País Vasco y Navarra, quizás por la sencilla razón de que ha sido la primera que encabezó un estudio en un ámbito, hasta no hace mucho, más dominado por los hombres que otros, si cabe.
¿Pero existe una arquitectura femenina? 'No encuentro diferencias. Es cierto que mi manera de ver las cosas y entender el mundo es una, quizás con influencias de la educación, pero no se pueden reducir a una dualidad hombre-mujer. Lo que hay es distintas miradas', comenta esta profesional. Quizás esa variedad en la observación es la que influye en la complejidad del proyecto Aire, en el que participan tres arquitectos caracterizados por la reflexión sobre los edificios, su construcción y su uso.
'A partir de El jardín de las delicias, nuestro proceso creativo ha consistido en la elaboración de un volumen de aire, capaz de ser habitado y transformado en un nuevo lugar, situado más allá del presente. El material elegido, el cristal, simboliza la ausencia de límites de la realidad contemporánea: entre lo público y lo privado, entre el exterior y el interior, entre lo urbano y lo doméstico', comenta la arquitecta navarra.
Sin embargo, sí ha habido quien ha visto virtudes femeninas en la obra de la responsable de la futura Cámara de Comercio de Guipúzcoa, por ejemplo, los miembros del jurado que premió este último proyecto, que calificaron de esa forma la propuesta ganadora. Apezteguía reconoce que hay algunos intereses característicos en su obra, como la preocupación por la iluminación natural y la orientación, las relaciones entre los ámbitos colectivos e individuales y la inserción del edificio en la configuración urbana.
Son aspectos que se pueden encontrar en esta última propuesta, un cubo que decrece en su parte trasera, muestra de respeto al jardín de la residencia de ancianos posterior. Además, cuenta con un gran vestíbulo desde el que puede contemplarse la totalidad de las plantas del edificio, en una construcción caracterizada por su luminosidad.
La luz también es un ingrediente fundamental en las viviendas de Bentaberri (San Sebastián) que también obtuvieron el primer premio del jurado. Aquí es un gran ventanal de 6 x 6 metros que se abre a un gran patio colgante, de aire japonés.
Y en cuanto a la relación entre lo público y lo privado hay que destacar la vivienda unifamiliar de Gorraiz, premiada por el Colegio de Arquitectos, y la sede del Consejo Regulador del Txakoli de Vizcaya, en el caserio Mendibile en Leioa, donde conviven oficinas con dependencias públicas en una distribución perimetral alrededor de un vacío central. Siempre en busca del disfrute de lo mínimo, del 'confort de las pequeñas cosas', como resume Maite Apezteguía en algún momento del recorrido por su obra.
PERFIL
'Me gusta mucho el trabajo teórico', comenta quien, en sus comienzos, firmó con Patxi Mangado algunos proyectos, como la reforma interior del casco histórico de Estella o las Bodegas Marco Real en Olite. Ahora, en solitario, abandonada la docencia ante el compromiso con los proyectos en marcha, ha tenido oportunidad en la Bienal de Venecia de plantear una lectura del espacio habitable en un futuro con los límites difusos.
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