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Después de los agobios, tranquilidad

El BAM registra media entrada en la estación de França y llena la plaza del Rei

A un sábado de agobios le sucedió un domingo de tranquilidad, y la estación de França, escenario central y único de pago del BAM, no vivió las apreturas protagonizadas en la primera jornada del festival. Hubiese sido de agradecer que la respuesta del público fuese un poco más equilibrada, porque si bien las más de 12.000 personas de la primera noche representan una multitud, las cerca de 5.000 que se acercaron al recinto en la noche del domingo se antojan escasas para tamaño montaje.

La plaza del Rei obtuvo una respuesta más equilibrada, y al reclamo de un cartel de notable interés acudieron suficientes espectadores para llenarla sin que seguir allí los conciertos resultase especialmente heroico. Y fue en la plaza del Rei donde con permiso de Alec Empire, protagonista de un concierto ponzoñoso y extremo en la estación de França, se dieron cita los mejores momentos de la noche. La abrieron Viva Las Vegas, banda paralela a Manta Ray, uno de los grupos clave del postrock español. En Viva Las Vegas, todo bascula en torno a la placidez y a los silencios, con canciones que se deslizan suaves como un meandro en cuya exposición el grupo se toma todo el tiempo del mundo. Apelando a sonidos íntimos y pausados, el trío (batería, bajo y guitarra) enseñó las canciones de su único disco, entre las que brillaron esa preciosidad que responde por Autómata y una brillante versión del Chan chan.

Luego le llegó el turno a Fennesz, el austriaco responsable de haber maridado experimentación y pop en su disco Endless summer. Y fue precisamente la recreación de algunos de los temas de este disco en lo que descansó el set electrónico de Fennesz. Allí se dieron cita melodías de extrema belleza con crepitaciones y ruidos más que inquietantes en una mezcla que resultó muy atractiva. La plaza no estaba llena, Fennesz es una apuesta de riesgo y un artista muy poco conocido, pero el público quedó satisfecho de un set que fue corto, apenas 35 minutos, y que no resultó tan excitante como se esperaba. Hubo momentos brillantísimos seguidos de instantes en los que sólo podía evocarse la apatía.

La guinda de la noche, ya con la plaza llena, la puso Barry Adamson, una especie de Isaac Hayes bastardo dispuesto a poner en solfa el funk y el soul con vocación cinematográfica. Apoyado por una banda estupenda, puso hilo a su último disco y en su despliegue de sensualidad sólo le faltó una voz en condiciones capaz de defender su repertorio. A Adamson le sobró intención, pericia, banda y canciones y le faltó potencia en una voz bonita y carnosa pero sin volumen y poder. Aun con todo el público aplaudió con ganas.

De Soft Cell, ya en la estación de França, no se esperaba mucho, y poco fue lo que depararon Marc Almond y Dave Ball. Su disco de reaparición no pasa de discreto, y así los momentos de gloria del concierto se hubieron de buscar en el fondo del repertorio, cuando aparecieron Tainted love y la preciosa Say hello way goodbye. Quedó claro que por mucho que vuelva el tecno casado con el pop no lo hace a la manera de la década de 1980, que es la década en la que Soft Cell tuvieron garantizado su ecosistema, de forma que su paso por el BAM fue un mero ejercicio de nostalgia salvado por las maneras de un Marc Almond en plan reina. Para postre de final de fiesta, los belgas 2 Many Dj's orquestaron un set en el que se mezcló velocidad y tocino, New Order y Michael Jackson, arre y so. Son las ventajas del bootleg, o lo que es lo mismo, hacer una canción con retazos de otras. La cosa resultó divertida, pero también pareció que ambos pinchaban canciones con un cierto automatismo, fiándose de la repetición de mezclas probadas con éxito en otras ocasiones.

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