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Reportaje:

Arranca la nueva Sagrera

Los costes urbanísticos suman 310 millones de euros, que saldrán de las plusvalías - El parque tendrá 43 hectáreas y en su entorno se alzarán dos millones de metros cuadrados de techo

Una sociedad anónima formada por el Ministerio de Fomento, el Ayuntamiento de Barcelona y el Gobierno catalán será la encargada de dirigir la transformación urbanística de la Sagrera: un total de 100 hectáreas, 43 de las cuales serán de parque y el resto se repartirá entre viales, edificación de vivienda y usos terciarios, hasta sumar dos millones de metros cuadrados. La urbanización se sufragará con las plusvalías que generen los terrenos de estas tres administraciones. Según la primera estimación, los costes urbanísticos se evalúan en unos 310 millones de euros. La nueva Sagrera está en marcha.

El gran parque central de la Sagrera responde a una concepción general de la función del espacio urbano, explicó ayer el arquitecto jefe de Barcelona, Josep Anton Acebillo, lo que justifica que los pactos con el Ministerio de Fomento hayan incluido una revisión al alza (19% más) de los metros edificables. Durante años, la ciudad ha actuado como un acupuntor, recuperando espacios mínimos del viejo tejido ya urbanizado. Y mientras tanto, dijo, teorizaban sobre la función vertebradora del espacio público. Una teoría que llevar a la práctica con la Sagrera: la función del parque es articuladora de la nueva ciudad.

La nueva Barcelona rompe con su historia. Desde el siglo XIX ha repartido su territorio entre las residencias y las industrias de tamaño medio y grande con concesiones al comercio. La Barcelona que viene no es así, ni lo admitiría. Es impensable poner una chimenea en el centro de la ciudad. La industria se ha ido y, en su lugar, llegan el comercio y sobre todo el turismo.

Este tipo de centro productivo tiene unas exigencias diferentes. La vieja industria exigía agua y energía, la nueva requiere un entorno habitable. Y ahí está la transformación de la Sagrera, gracias al soterramiento de las vías del tren entre el puente de Calatrava, en la calle de Espronceda, y el nudo de la Trinitat.

La operación afecta a la zona ferroviaria y también a una amplia franja de terreno situada a ambos lados de la vía. En total, 200 hectáreas, de las que 100 son de actuación directa, y el resto área de influencia que también resulta modificada. De las 100 hectáreas en las que se actuará, 43 serán para la creación de un gran parque lineal con una anchura de 125 metros. Un dato de referencia: el parque de la Ciutadella tiene, en total, 28 hectáreas.

Estación vertebradora

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La pieza maestra en torno a la cual gira la transformación de esta zona es la nueva estación. Acebillo fue prolijo al explicar el significado que tiene esta construcción. Si sólo fuera una infraestructura ferroviaria, no haría falta ni un edificio: un espacio de vías cubierto con uralita sería suficientes. Pero si se piensa en ella como elemento vertebrador, la cosa cambia. Esa estación, en la que coinciden trenes de alta velocidad, de largo recorrido, regionales y cercanías con metro, autobús y taxi, necesita una conectividad racional.

No es posible que el pasajero deba invertir una gran cantidad de tiempo en desplazamientos para cambiar de modo de transporte. La solución es sencilla: construir en vertical y permitir fáciles accesos con escaleras mecánicas o ascensores. Encarece el coste de la obra, pero reduce el del territorio. Y el suelo, en una zona tan densa como Barcelona, no deja de ser un valor. Durante años, explicó Acebillo, los técnicos de Fomento sostuvieron la primera tesis: una estación bajita y barata. Finalmente, aceptaron el papel urbano de la nueva estación. A partir de ahí, todo fue sencillo, dijo el arquitecto jefe municipal.

Y el papel de la nueva estación consiste en convertir la zona en un área de nueva centralidad no ya ciudadana, sino metropolitana e incluso nacional. Por la Sagrera pasarán cada año 30 millones de pasajeros, y es razonable pensar que comercios y servicios tendrán en cuenta esta afluencia. De hecho, en los vértices del triángulo en el que se está proyectando esta transformación urbana de la nueva Barcelona ya se han instalado tres grandes centros comerciales: Glòries, Diagonal Mar y La Maquinista.

La estación tendrá una segunda función urbana: salvar el desnivel de unos cuatro metros que se ha formado entre el barrio de Sant Andreu, a un lado de las vías, y el de Sant Martí, en el otro. Entre ambos distritos es hoy difícil la comunicación peatonal, pero dejará de serlo una vez construida la estación: cualquiera podrá cruzarla andando.

Cobertura acristalada

La nueva zona de la Sagrera no será cubierta en su totalidad. Quedará al aire libre la actual estación de Sant Andreu, que se mantiene en el mismo lugar tras haberlo pactado así con los vecinos, mientras que la zona entre la estación y el puente de Espronceda será cubierta con materiales transparentes, de forma que se limite el ruido pero que se evite el impacto visual de una mole de cemento. El Ayuntamiento trabaja con la hipótesis de que en la zona de parque que coincide con la calle de Prim se construya un rascacielos. Urbanismo ha negociado con los propietarios de los terrenos situados a los lados del parque para que las viviendas no sean construidas frente a la zona verde, de forma que el espacio abierto crezca en estos puntos. Con esta solución se gana amplitud de parque. En la mayor parte del trazado, la zona verde ocupa unos 125 metros de anchura, pero en estos lugares alcanzará los 200 metros. Lo único que no se atrevió a dar Acebillo fue un calendario. Sólo quiso mostrarse optimista aunque, dijo, sin tener motivos especiales para ello.

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