Contemplando la luz
En las culturas occidentales la luz ha sido situada en el origen de los tiempos y de las cosas. Así, el mundo se hace evidente bajo la luz, y lo visual cobra relevancia como revelación por encima de las sensaciones aportadas por los otros sentidos. Por eso quienes han sido encargados de formular representaciones del mundo se han preocupado por la luz y sus secretos, desde los pintores de iconos bizantinos, que la reflejan en dorados brillos, y los primitivos italianos, que hacían de ella un símbolo, hasta los artistas más radicales de la actualidad, quienes buscan en la proyección luminosa del vídeo o en la irradiación de las 'cajas de luz' el vehículo de su expresión más genuinamente posmoderna.
JOSÉ MARÍA SICILIA
Galería Soledad Lorenzo Orfila, 5. Madrid Hasta el 11 de octubre
En cierta manera, el afán experimentador que ha animado el arte desde la época del fin de la guerra fría se ha concentrado en el desarrollo de ciertas manifestaciones lumínicas que hoy tienen en José María Sicilia (Madrid, 1954) uno de sus más interesantes practicantes. Un cierto afán experimentador le ha conducido a trabajar con materiales como la cera, sin embargo, no es la supuesta expresividad del material con lo que experimenta Sicilia, sino con su cualidad translúcida que le permite generar sensaciones sobre la luminosidad y la absorción de la luz en la superficie pictórica.
Tal vez esta voluntad de hacer visible la luz o, si se quiere, de hacer de la luz un 'tema' de la pintura se pone nuevamente de manifiesto en esta exposición en la que dos grandes series de cuadros, se presentan como fogonazos luminosos, como si la luz partiera del interior del cuadro atravesando la sorda capa de cera que cubre su superficie en la que la luz es retenida, como si fuera un incauto insecto atrapado en ella. La obsesión de Sicilia por la luz y sus efectos visuales se hace más explícita aún en unas series de fotografías que acompañan a los cuadros, en las que el artista se desvía de la pretensión de captar imágenes de objetos y lugares para intentar mostrar luminiscencias, brillos y reflejos que han sido sofocados por los materiales sobre los que incide la luz, tales como maderas, alfombras, pavimentos e incluso pinturas murales, los cuales ejercen la misma función atrapadora que la cera en sus cuadros. Una vez más nos encontramos ante fotografías de pintor, es decir, ante la voluntad de pintar con la luz, no de retener las imágenes preexistentes de lugares y objetos. Es importante tener en cuenta esta distinción para poder entender el sentido plástico de estas fotografías que, no en vano, han sido ubicadas entre las dos series de cuadros.
Sin embargo, quien desee ser tocado por la gracia de la luz se encontrará desorientado ante el resto de la exposición donde se exhibe una 'instalación' y una colección de dibujos que no sólo no aportan nada interesante al conjunto, sino que perturban el discurso principal. Esta instalación, con la sorda opacidad de una montaña de turba, y los dibujos, dominados por la anecdótica concreción de unas líneas que contornean siluetas de orientalizados árboles, pertenecen a otros mundos, poniendo de manifiesto una deriva artística de Sicilia cuyos resultados son, cuanto menos, inciertos.
Flores, poesía y flamenco
ESTA TARDE, en la catedral gótica San Bavo de Haarlem (Holanda), Enrique Morente llevará los poemas de san Juan de la Cruz al territorio del flamenco. De esa manera se inaugura la exposición de José María Sicilia en esta ciudad y se descubre el trabajo que el cantaor granadino y el pintor han hecho en torno a varios poemas del poeta místico, que titulan La luz que se apaga. La exposición reúne 16 pinturas de flores realizadas por Sicilia entre 1998 y 2002 y se presenta hasta el 13 de octubre en el Museo Frans Hals como parte de la representación española en la exposición internacional Floriade, que se celebra cada década en Holanda. 'Este deseo de unir los poemas de san Juan de la Cruz cantados por Morente a mi trabajo con las flores nace, en realidad, en 1997, con la exposición que hice en el Palacio de Velázquez', explica Sicilia. 'Más que una colaboración fue la necesidad de unir ciertos sentimientos, suyos y míos, de algo que estaba en el aire: la luz, la sombra, la desaparición, la muerte, la flor como herida, como quemadura'. Morente cantará Superlúmina Babiloni y El pastorcillo, del autor de Noche oscura del alma, y dos canciones populares, Una noche oscura lloviendo y Si no me has de querer. 'Lo que une su cante y mis obras en torno a la luz es el poder que tiene Morente para transmitir con la intensidad de su música los matices de la luminosidad. Él sabe cómo habitar un poema y darlo a los demás. Una hondura que hace sentir qué es lo perecedero, lo que se va, lo artificial verdadero que tienen las flores, más perdurables cuando son artificiales que cuando son naturales'. Pese a esas alusiones que podrían llevar a pensar en las vanitas, Sicilia insiste en que su trabajo se concentra más en la luz que en las reflexiones sobre la fugacidad de la vida. 'En esta exposición sólo presento cuadros de flores y no las fotografías que se exhiben en Madrid. Yo empiezo a trabajar con este motivo en 1995, aunque los presento en 1997-1998. Pero a través de las flores sale a relucir la inquietud en torno a las variaciones infinitas de la luz hasta su fin, que es la oscuridad, la desaparición'.
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