El portero recomendado
Enke fue avalado por Hoek sin que Van Gaal le hubiera visto jugar
Louis van Gaal pidió cuatro fichajes como condición para regresar al Barcelona, y entre ellos un portero. La directiva no le contrató a Kily González ni a Placente ni a ningún zurdo; ni tampoco a Jardel, Morientes, Hasselbaink o cualquier otro delantero centro que se les pareciese; y a cambio le llevó a Riquelme, sin que viniera al caso, y accedió con Mendieta y con el guardameta, que resultó ser Robert Enke, un nombre que al ser anunciado tuvo entre la hinchada un impacto parecido al que en su día provocó el holandés Ruud Hesp.
Nadie había reparado en el portero alemán, originario de Jena, hasta que el Espanyol dijo tenerle contratado. Por arte de birlibirloque apareció entonces el Barça y a Enke no le quedaron dudas a la hora de elegir, así que se plantó en Barcelona con su familia y con siete perros, que son los que con la ayuda de su esposa Teresa fue recogiendo en su estancia en el Benfica. El currículo decía que Enke había estado tres temporadas en la Liga portuguesa, tantas como en la Bundesliga con el Borussia Moenchengladbach, y que si no había llegado a debutar con la selección alemana era simplemente por esos guiños que tiene el fútbol, pues había una cierta tendencia a asociar su trayectoria con la de Ramelow o Ballack.
Apostar por un portero prometedor como Enke que, además, no costaba un euro porque disponía de la carta de libertad, parecía una decisión sensata siempre que se hubiera perdido la confianza en Tito Bonano, que la pasada temporada se alternó con Pepe Reina en la portería azulgrana. El club consultó con Mourinho, ex técnico azulgrana afincando en el Oporto, y después delegó en Frans Hoek, el entrenador de porteros del Barça desde que Van Gaal llegó por vez primera al estadio azulgrana.
Hoek le puso la firma a un fichaje bueno, bonito y barato, como exigía el club, y ahí se paró el asunto hasta que en la pretemporada se descubrió algo preocupante. Van Gaal confesó que nunca había visto jugar a Enke y se remitió a Hoek, con el que se había reencontrado después de tirarse los trastos a la cabeza. Hoek decía en sus informes que Enke reunía las virtudes necesarias para jugar en un sistema tan complicado para un portero como el del Barcelona, que practica una defensa de tres hombres, y entendía que era un especialista frente al punto de penalti, por su agilidad, por sus reflejos, por su rápida respuesta a las acciones de los delanteros.
El desafío de Enke era mayúsculo. El alemán pronto preguntó sobre la historia de los porteros en el Barça y supo que desde la marcha de Zubizarreta nadie había conseguido afianzarse en la meta. En los primeros entrenamientos compartió trabajo con el canterano Víctor Valdés, procedente del filial, y al dúo se unió después Bonano, procedente del Mundial. Los tres iniciaron la pretemporada en igualdad de condiciones hasta que cada uno se fue descartando. A Bonano le perdió encajar cuatro goles frente al Ajax; Enke quedó retratado por el Parma; y Víctor Valdés erró ante un equipo menor, el Grenoble, pero se rehizo contra el Newcastle en una actuación que le valió una titularidad que no discutió ninguno de sus compañeros.
La adaptación de Enke al sistema marchaba lenta. El alemán reconoció en la víspera del primer encuentro oficial ante el Legia de Varsovia, en la ronda previa de la Liga de Campeones, que no se había adaptado aún al modelo de Van Gaal. Enke pidió paciencia para demostrar sus cualidades mientras progresaba en su adaptación. Incluso llegó a explicar que el propio Oliver Kahn, el guardameta de la selección alemana, tendría problemas en el Barça, porque es un portero que necesita jugar muy arropado. Y Enke estaba igualmente acostumbrado a jugar bajo los palos, utilizando más las manos que los pies, defendiendo más que atacando. El Novelda certificó que Enke todavía no se atreve a salir de debajo del larguero.
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