La oposición acusa al presidente de aburrir con un discurso que refleja una región "irreal"
PSOE e IU reprochan a Ruiz-Gallardón que olvide las necesidades de los ciudadanos
'Aburrido', 'decepcionante', 'fuera de la realidad' fueron algunos de los calificativos con los que la oposición despachó ayer el discurso del presidente Alberto Ruiz-Gallardón. Rafael Simancas y Fausto Fernández, candidatos a la presidencia regional por el PSOE e IU, respectivamente; Inés Sabanés, candidata a la alcaldía madrileña por IU; José María Mendiluce, aspirante al Ayuntamiento por Los Verdes-Izquierda de Madrid; Pedro Sabando, actual portavoz del grupo socialista, y Ángel Pérez, responsable parlamentario de IU, no ahorraron críticas a la intervención del presidente.
Larga sí resultó. Fue una intervención que rozó las tres horas y, posiblemente, a algunos de los presentes en la tribuna de invitados se les hizo aburrido y pesado. Lo decía el aspirante a la alcaldía de Madrid por Los Verdes-Izquierda de Madrid, José María Mendiluce, que tachaba de 'castrista' la concepción del discurso. Según él, no sólo por su extensión, sino también por ese afán de hablar de las realizaciones y logros del Gobierno de Ruiz-Gallardón.
El portavoz de IU en el Parlamento de Vallecas, Ángel Pérez, hablaba, con su ironía habitual, de que a él el discurso le había recordado lo que le comentaba un viejo camarada comunista: 'Líbrame de la crítica, que de la autocrítica ya me libraré yo'. Y eso fue lo que, en su opinión, había hecho Alberto Ruiz-Gallardón. Las críticas que las den los adversarios. Así que Pérez echó en falta esa mínima autocrítica que tendría que haber acompañado el balance de siete años al frente del Gobierno. En Pérez confiaba ayer Fausto Fernández, candidato por IU a la presidencia regional, que le animaba a 'presentar [hoy] un discurso que baje a la realidad a Ruiz-Gallardón'. 'Porque, aunque sea ésta una Comunidad moderna y desarrollada, no se puede olvidar que hay aún grandes sectores con gravísimos problemas'.
También a la ironía recurrió el socialista Sabando. 'Estamos felices. Por fin estamos en un país, en una región donde los jóvenes no tienen problemas para acceder a una vivienda, donde no hay problemas de plazas para los ancianos, donde existe el pleno empleo... Don Alberto no tiene ninguna sensibilidad por lo que ocurre en la calle', se lamentó el portavoz socialista. 'Harry Potter ha crecido y ahora se llama Alberto Ruiz-Gallardón', bromeó.
A su lado, Rafael Simancas hacía una análisis muy parecido. Para el aspirante a presidir la Comunidad, el discurso de Ruiz-Gallardón 'es ofensivo'. Ofensivo porque 'no se puede hablar de pleno empleo cuando existen los contratos basura, cuando se habla de calidad en la sanidad pública y hay mujeres esperando más de un año para ir al ginecólogo', argumentó el líder socialista.
La concejal Inés Sabanés, de IU, aplaudió (fue la única entre la oposición) 'el gesto humano' de un Ruiz-Gallardón emocionado, pero no por ello suavizó sus críticas. Para Sabanés fue el de ayer un discurso decepcionante, lleno de ausencias -'ni siquiera ha mencionado la huelga del 20-J'-, excesivamente autocomplaciente y 'alejado de la realidad'.
En esos mismos parámetros se movieron los sindicalistas presentes, los secretarios generales de CC OO y de UGT, Javier López y José Ricardo Martínez, respectivamente. Según el primero, Ruiz-Gallardón había intentado fijar su testamento político. Pero 'cuando uno hace su testamento debe fijar no sólo sus activos, sino también sus pasivos', afirmó. 'Y eso significa que debe reconocer que hay que consolidar el tejido productivo, que el paro y los contratos basura han aumentado o que queda mucho por hacer todavía en política social'. Martínez, por su lado, tachó de 'comunidad de Jauja' la dibujada por el presidente y pidió a la oposición que hoy haga un discurso 'duro que ayude a presentar una Comunidad más ajustada a la realidad'.
En defensa del presidente salió Miguel Ángel Villanueva, portavoz del PP, quien señaló que Ruiz-Gallardón había demostrado con su discurso que tiene 'un proyecto que continúa vivo' y que la Comunidad que deja es 'radicalmente distinta a la de 1995'.
También su posible sucesora y actual presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, elogió el discurso de Ruiz-Gallardón. Fue, dijo Aguirre, la intervención de una 'persona comprometida, que conoce perfectamente los problemas de la Comunidad y que está buscando y encontrando soluciones'.
El Madrid de Carandell
Lo dijo Groucho Marx cuando Margaret Dumond le informaba de que su marido la había dejado viuda y millonaria: '¿Pero no se da usted cuenta de que estoy intentando decirle que la quiero?'. Bueno, salvando las distancias, posiblemente es lo que intentaba decir, perdido en cifras y porcentajes, el ya saliente Alberto Ruiz-Gallardón a los madrileños.
Faltó, claro, autocrítica. Cierto. Pero es difícil hacerla frente al adversario.
Tuvo, sin embargo, Ruiz-Gallardón momentos de generosidad con sus rivales, porque, si es cierto que se cantó a sí mismo, como alguien le criticó recordando a Walt Witman, no cargó sus tintas en las pasadas administraciones socialistas. Sus referencias fueron mínimas y muy de pasada.
Tampoco hizo demasiadas citas, obsesionado quizá por un tiempo que se le escurría de las manos. Pero las que hizo fueron de agradecer. La más sentida, para ese maestro de periodistas y maravillosa gente que fue Luis Carandell. De él recogió, precisamente, la última línea de su último artículo: 'Madrid ha dejado de ser típica para ser universal'.
Se le notó un golpe de emoción. Y ya, de ahí para abajo, dejó que hablase el corazón y citó, cariñoso, a todos y cada uno de los portavoces con los que se había batido el cobre en estos siete años. Y, por encima de todos, a Joaquín Leguina. Qué diferencia con el trato despectivo que tan sólo unos días antes había dado el presidente José María Aznar a ese mismo Leguina. Fueron los momentos más sentidos, libre ya Ruiz-Gallardón de números y cifras.
Alguien recordó al presidente de la Cámara, al popular Jesús Pedroche, ausente ayer por estar convaleciente de una delicadísima intervención. Pedroche hubiera dado cualquier cosa por estar ahí, sentado, oyendo, afectuoso, el último debate del estado de la región de su presidente. Nada hay perfecto.
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