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Tribuna
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La avispa

Hoy me ha picado una avispa. Hombre, ya sé que no parece algo muy relevante, pero aunque no lo sea, qué más da; el caso es que me ha picado. No sé, quizá sea envidia; envidia malsana, como la picadura, porque me da a mí que eso de la envidia sana no existe. Envidia de la relevancia de ciertos acontecimientos de otros deportes.

Sí, claro, me refiero a esas noticias trascendentes que surgen un día sí y otro también en el mundo de los profesionales del deporte ese en el que 11 con una camiseta y 11 con otra camiseta corren detrás de un balón pataleado.

Sí, creo que lo conocen, así que ya saben dónde voy: que si Ronaldo tiene gases, que si ha cenado una ensalada y ha dejado el entrecot a medio terminar, (¿qué le estará pasando?), que si se ha entrenado dos horas con sus compañeros y en uno de los estiramientos ha puesto mala cara, que si al terminar ha salido del aparcamiento del club con los cristales tintados del deportivo bajados a discreción y no ha querido hacer declaraciones; uy, uy, uy, qué mal rollo.

Bueno, y estando en ésas, sucede que a uno de nosotros, en este caso yo mismo pero podría haber sido cualquiera, va, le pica una avispa, y ustedes continúan su vida como si nada hubiera sucedido. Pues no, ésto en la era de la comunicación no es de recibo, no es plan. Menos mal que tengo libertad para hablar, o mejor dicho escribir, en esta columna de lo que más me plazca, y gracias a ello tienen la oportunidad de enterarse de una noticia de tal calibre.

Ahora bien, ahorraré detalles del incidente para dar paso a la especulación. Quizá mañana se me acerquen los medios para saber más del asunto: ¿Te dolió? ¿Cómo fue? ¿Dónde? ¿Podríamos fotografiar el orificio? ¿Conseguiste sacar el aguijón? ¿Llegaste a pensar en el abandono? Y demás incógnitas por desvelar. Pero no sé, me estoy planteando seriamente no contestar a ninguna y hacer mis revelaciones en un libro dentro de unos años. Quizá sea más rentable.

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