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Reportaje:ASTROFÍSICA | Planetas extrasolares

Una apuesta sobre la vida extraterrestre

Cuando se detecte por primera vez vida extraterrestre no será en un planeta similar a la Tierra (de los que actualmente centran la atención de los astrónomos precisamente por la posibilidad de encontrar vida en alguno de ellos), sino probablemente en zonas interestelares donde las civilizaciones concentran la luz solar para obtener la energía necesaria para sobrevivir. Freeman Dyson, el científico de origen británico conocido por su apasionada afición a pensar en cómo descubrir e identificar la vida fuera de la Tierra, cree que los actuales esfuerzos están mal dirigidos y ha transformado su última teoría en una apuesta sin fecha en la que él o sus descendientes se juegan 1.000 dólares.

La apuesta es una de las últimas formalizadas en un foro de Internet de hipótesis sobre el futuro (www.longbets.org/bet/30) en el que participan sobre todo profesionales de la revolución digital y de la ciencia. Dyson matiza que no se encontrará vida extraterrestre ni en un planeta ni en un satélite de planeta. La apuesta ha sido recogida por un empresario de software, Peter Spark, que mantiene lo contrario.

Evolución

Dyson no es un cualquiera en este campo. Ha tenido una importante carrera como teórico en física de partículas y astrofísica, con 45 años de permanencia en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU) y ahora, a sus casi 80 años, está oficialmente jubilado. Que haya escogido Internet como vía de comunicación tampoco es extraño porque al menos dos de sus hijos -Esther y George - son expertos en la Red.

Dyson está convencido de que la vida extraterrestre ha evolucionado. 'Los planetas pueden no ser el mejor lugar para buscar vida. Son un buen lugar para que se origine la vida, pero no para que permanezca', ha dicho recientemente en una visita a la sede de la Sociedad Planetaria, en California. Lo que él piensa es que la vida extraterrestre, si existe, puede haberse adaptado a vivir en el vacío y haberse extendido en regiones frías alejadas del Sol. Si esto fuera así, estas civilizaciones deben construir concentradores ópticos -lentes o espejos-, para enfocar la luz del Sol y mantenerse calientes. ¿Cómo descubrir este tipo de vida? Dyson propone buscar el reflejo de la luz solar sobre estos concentradores con telescopios dirigidos en sentido opuesto al Sol. 'Entonces veríamos la vida como puntos brillantes, como los ojos de animales iluminados por los focos de los coches'.

Su oponente, Spark, pertenece al bando más ortodoxo y cree que la vida se descubrirá por primera vez en un planeta, sobre el cual la química gobernada por el azar, la energía solar y la gravedad se combinen para permitir que una sopa química desarrolle la vida, como se supone que pasó en la Tierra. La vida se define como un organismo celular que se reproduce y el descubrimiento de vida en cualquier lugar del universo distinto de un planeta o su satélite, aunque sea un cometa, asteroide o incluso una nave espacial extraterrestre, daría a Dyson, o sus herederos, como ganador.

Los comentarios en torno a la apuesta no se han hecho esperar. 'La humanidad lleva 400 años apuntando telescopios en sentido contrario al Sol y no se ha observado nada que indicara la existencia de formas de vida como las propuestas por Dyson', dice uno. En general, la pregunta clave es cómo reconocer la vida como tal si es distinta de la terrestre y hay quien recuerda que Chandra Wickramasinghe, colaborador durante los últimos años de Fred Hoyle, recientemente fallecido, afirma que ha encontrado bacterias extraterrestres a 41 kilómetros de altura sobre la Tierra.

Los nombres conocidos abundan entre los que participan en Longbets (una fundación cuyo objetivo es mejorar el pensamiento a largo plazo). Un ejemplo de apuesta con plazo fijo es: 'Para el año 2020 alguien habrá ganado un premio Nobel por su trabajo en supercuerdas, la teoría de membranas o alguna otra teoría unificada que describa todas las fuerzas de la naturaleza'. Michio Kaku, físico teórico de la Universidad de Nueva York dice que sí. John Horgan, autor del libro El final de la ciencia, dice que no. Altos cargos de Google y Microsoft han apostado sobre la inminencia de los aviones comerciales sin piloto. Y hay apuestas que nadie ha aceptado todavía. Entre éstas, la nota sombría la pone el astrónomo Martin Rees, que se apuesta 1.000 dólares a que para el año 2020 el bioterrorismo o el bioerror causará un millón de víctimas en un único suceso.

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