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Columna
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Espejismos

El sopor del verano propicia los espejismos. ¿No era Eduardo Zaplana el ministro que en un telediario daba consejos a Convergència i Unió sobre su voto en la ilegalización de Batasuna ante unos anaqueles donde se alineaban los volúmenes de la Gran Enciclopèdia Catalana? Las horas distendidas del estío pueden jugarte malas pasadas. ¿Ya han puesto la primera piedra de la nueva montaña rusa en Terra Mítica? El ministro de Trabajo; el presidente de la Generalitat, que se llama ahora José Luis Olivas (no vayamos a meter la pata), y el delegado del Gobierno, Francisco Camps, tenían previsto hacerlo el día que ETA mató a una niña y a un jubilado en Santa Pola y, como consecuencia, Batasuna perdió la última oportunidad de proclamar la otra independencia, la de un criterio político, si no civilizado, compasivo. Salen mucho en la tele Zaplana y Camps, y a veces también Olivas. Sobre todo en Canal 9, donde la directora, Genoveva Reig, les ha montado un equipo de lujo. De Olivas no voy a hablar, que el respeto institucional se tiñe de misericordia. Pero Zaplana y Camps le llenan a uno de zozobra. ¿No se han dado cuenta? ¡Fíjense! ¡Mírenles la cara! Dan toda la sensación de estar descolocados. Me refiero a Zaplana al defender su imagen de primera figura en el poder valenciano y a Camps intentando mostrar un carisma de heredero para el que el otro, en el fondo, no quiere dejar hueco. Uno ve la TV-3 y se consuela ante la abusiva presencia del conseller en cap, Artur Mas, en su papel de hereu, pero no puede dejar de pensar que aquella alineación tiene una lógica. Cada uno está en su sitio: Pujol de retirada y Mas asumiendo, con permiso de Maragall, las riendas del negocio. La buena sintonía con los nacionalistas catalanes, por cierto, es una de las cualidades que Zaplana maneja en Madrid con su proverbial habilidad. Seguro que le resultará útil a Aznar, cuyo relevo promete también tardes de gloria. Lo que se impone, sin lugar a dudas, es sacar ya a Camps del palacio del Temple. Le sustituriá Juan Cotino, que viene de bregar con la Policía, aunque no le arriendo la ganancia con una crónica de sucesos que parece un corrido de los Tigres del Norte.

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