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Crónica:GENTE
Crónica
Texto informativo con interpretación

'A caballo tras la amada

Patricia Ortega Dolz

La Chusca, como la conocen aquí en Mojácar (Almería), estaba empeñada en que la banda de música debía ir a recoger a las cinteras a sus casas. 'Tienen que ir hasta la misma puerta y llamar para que salga la muchacha ya arreglada y vestida de mojaquera', decía. 'Así se ha hecho toda la vida', argumentaba. Porque, para que se hagan una idea, la Chusca, que pronto va a celebrar sus bodas de oro, es una mojaquera de las de siempre y le molesta que las cosas no se hagan 'como deben ser'. Por eso, el otro día, cuando, con motivo de las fiestas patronales de san Agustín, se celebraba la tradicional corrida de cintas, fue siguiendo a la banda casa por casa, calle por calle y cuesta por cuesta, porque si algo hay en este pueblo son pendientes y rampas. Está construido en la ladera de una colina con espléndidas vistas a un paisaje desértico, casi lunar, y al mar.

La fuente era un punto de encuentro. Los hombres veníamos a ver lavar y coger agua a las mujeres para verles los tobillos y el escote. El 99% de los matrimonios de Mojácar empezó allí
Las solteras se visten de mojaqueras: faldas largas de tablas hechas con la lana pura alpujarreña, corpiños blancos bordados y pañoleta amarilla con motivos de colores a los hombros

Y así, la banda que salió a las cinco de la tarde de la plaza del Ayuntamiento fue recogiendo una por una a las 34 muchachas que ponían cinta este año. Son unas cintas de raso pintadas con el nombre de la muchacha ('antes las bordábamos', apuntaba la Chusca). Y son también el inicio de un cortejo amoroso. Porque la llamada corrida de cintas no es más que eso, una forma de acercar a las solteras mayores de 18 años a sus pretendientes. Ellas se visten de mojaqueras, con las faldas largas de tablas hechas con la lana pura alpujarreña, los corpiños blancos bordados y la pañoleta amarilla con motivos de colores a los hombros. Ellos se convierten en elegantes jinetes con botas y espuelas.

El ritual del jinete

La comitiva formada por la banda de música, las mojaqueras y los múltiples curiosos que se suman a su paso llega hasta la cuesta de la fuente, que previamente han convertido en un terragal echando arena sobre el asfalto. Allí, casi al final de la pendiente, hay un cable colgado de lado a lado de la calle del que penden, enrolladas sobre canutos de cartón y sostenidas con alfileres, las cintas de colores de cada una de las muchachas. De cada cinta cuelga una anilla. Y, atención, el ritual del cortejo consiste en que los jinetes al galope consigan introducir un lapicero por la anilla y llevarse la cinta de su pretendida.

De este modo, y entre un enorme gentío que forma pasillo en la calle, los jinetes cabalgan cuesta arriba lapicero en mano, mientras las mojaqueras ríen y cuchichean sentadas en la tribuna deseosas de saber si será él, el que ellas quieren, quien se llevará su cinta. Felipe intentó obstinadamente llevarse la cinta azul de 'su Rocío', pero la suerte quiso que otro se la llevase antes que él. Tendrían que haber visto la cara de Rocío, 'casi me pongo a llorar', decía después de haberle entregado a otro el regalito, que cada muchacha lleva en la faltriquera para aquel que se lleve su cinta.

'La corrida de cintas no puede faltar, es un acto que despierta mucha ilusión entre los jóvenes, y cohesionar a la gente aquí en torno a algo siempre ha sido difícil', decía Salvador Esparza, el alcalde, del grupo independiente Mojácar 2000, que curiosamente dirige el municipio en coalición con el PP y el PSOE. 'Nuestro lema ha sido siempre construir sin destruir', añadía este arquitecto valenciano que llegó al pueblo hace 20 años. Un poco después de que Jacinto Alarcón, un alcalde anterior, regalase un montón de terrenos a todos aquellos que estuvieran dispuestos a construir con rapidez. Aquello llenó el pueblo de la gente peculiar que hoy lo habita: artistas bohemios, científicos consagrados, embajadores... Además de los mojaqueros de siempre, que han visto con asombro cómo de las ruinas de la posguerra, cuando el pueblo contaba con escasos 500 habitantes (llegó a tener cerca de 10.000), nació un pueblo lleno de vitalidad y cada día más visitado, que ahora cuenta con 5.000 habitantes en invierno y más del doble en verano.

A la tarde siguiente, en la puerta de las Flores, que lleva su nombre por el apellido de las hermanas Isabel y María, recordaba aquellos tiempos Ginés: 'No hace tanto de aquello, yo lo he visto con mis ojos', decía señalándolos. Estaban allí tomando la fresca y esperando a que se celebrase la subida del agua, otro de los actos festivos. Quizá sea uno de los más representativos porque evoca una de las imágenes más características de Mojácar: la de las mujeres con los cántaros llenos de agua sobre sus cabezas.

-Eso lo hemos hecho nosotras durante muchos años, decía Isabelita. Porque entonces no había agua corriente y había que bajar a la fuente a cogerla.

-La fuente era un punto de encuentro, interrumpía Ginés. Los hombres veníamos a ver lavar y coger agua a las mujeres para verles los tobillos y el escote. No exagero si digo que el 99% de los matrimonios de Mojácar empezaron en la fuente, añade con voz pícara.

Así que la subida del agua se remonta a los orígenes más profundos del pueblo. Este nacimiento de agua misterioso, que nadie sabe de dónde viene, es un símbolo mojaquero, 'mucho más que el Indalo', aseguraba Ginés.

Hacia las ocho y media empezaron a llegar las muchachas vestidas de mojaqueras. Unas con cántaros y otras con flores. Porque la subida del agua es una ofrenda al patrón san Agustín.

El 28 de agosto todo el pueblo se viste de gala. Hacia la una del mediodía sacan al santo de la iglesia en medio de una traca de cohetes y seguido de medio pueblo. Suben y bajan cuestas tan empinadas que, a veces, parece que el santo trota. Y de vuelta a la iglesia al grito de ¡viva san Agustín!, quien, como explicaba Ginés, 'es un santo que primero fue un golfo y luego se hizo bueno (a los 33 años se hizo cristiano)'.

Y en la feria de Almería... ¡Bisbal!

'¿QUÉ PASA, GENTE. Cómo estáis? ¡Os quiero!', así entró a la conferencia de prensa previa a su concierto en Almería el supertriunfante cantante de Operación Triunfo: ¡David Bisbal! '¡Bisbal, torero, te quiere el mundo entero!', gritaban sus fans histéricas desde la caseta municipal. Derrochando simpatía y 'corazón latino', con camisa roja abierta y pantalón vaquero, atendió a los medios de comunicación sin dejar de repetir la frase que también él, al más puro estilo Jesulín, ha hecho célebre: 'Esto es in-creíble'. El cantante almeriense pudo cumplir su sueño y ver la caseta popular desde el escenario de la caseta municipal, y no al revés, como había ocurrido hasta entonces. Eso sí, escoltado permanentemente por dos gorilas, tamaño gorila, que no lo dejaban ni a sol ni a sombra. Hasta su padre se difuminaba entre la masa de las más de 10.000 personas que, por segundo día consecutivo, abarrotaban la caseta municipal para ver a un Bisbal con la voz ya cascada de tanta gala y escuchar en vivo y en directo el Ave María, cuándo serás mía, que ha machacado los altavoces de todas las discotecas este verano. Pero si Bisbal ha demostrado algo es que uno puede ser profeta también en su tierra. Que se lo digan a Pedro M. de la Cruz, el director de La Voz de Almería: 'No es que venda periódicos, es que los agota cada vez que aparece en primera página'.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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