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VISTO / OÍDO
Columna
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Halcones y palomas

Halcón: 'Quien toma una actitud militante y exige una acción de fuerza inmediata; quien impulsa la guerra o la política guerrera'. Paloma: 'Quien toma una actitud conciliatoria y defiende las negociaciones y los compromisos; un enemigo de la guerra'. Son palabras de la guerra fría cuya definición tomo del Webster. En el cielo, el halcón mata a la paloma; en la figuración del lenguaje, también. Las palabras vuelven ahora, y mantienen sus confusiones y sus amenazas. Para evitar equívocos, aclaro que estuve siempre en el bando de las palomas, que es, irónicamente, el más peligroso. La política la domina la fuerza, y la fuerza representa la ideología del que gana. Ser pacifista es ser acusado de colaborar con el enemigo, de mariquita, de cobarde, de antisistema: muchas veces, de pensador, de inteligente, en el sentido de 'muera la inteligencia'. Quizá me venga de mi madre, que estuvo en dos guerras -en Cuba, luego en Londres- y estuvimos juntos en la tercera -la nuestra, digamos-: se desesperaba por todas las víctimas; quizá el intento de inteligencia viene de esa misma época del II Siglo de Oro español, cuando los partidos sin fuerza creían que la enseñanza, la cultura, iba a ser un arma que los salvase. Cierto que hay personas de vuelo equívoco como para quedar bien con todos: Kissinger, criminal de guerra -el destrozo de los arrozales de Vietnam, el 'agente naranja', la creación de Pinochet-, tiene el Premio Nobel de la Paz, como Churchill, halcón desde niño. O será que los que conceden ese premio son halcones, puesto que existe la teoría de que la guerra consigue paz. Han pasado años en los que esta terminología se había terminado. La historia corriente se hacía pasar por paz, sobre todo a partir de que Estados Unidos perdiera Corea y Vietnam, y por poco pierde su sociedad civil: dio una de esas vueltas que los intelectuales comunistas llamaban 'toma de conciencia' y era un error: los desastres, las levas de soldados, la elevación de impuestos, la crítica de intelectuales nacionales y de los extranjeros, cambiaron las doctrinas. Apareció la 'nueva izquierda'. Pero una vez que se inventaron armas nuevas y se neutralizó a los intelectuales, volvieron las palabras; la paloma se equivocó. Ahora están renaciendo, incluso en España. El mundo está en guerra, y la España oficial hace la suya. Yo, con perdón, soy una paloma. Creo que no me devorarán.

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