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Entrevista:Jaume Mistral | Ingeniero | FILÁNTROPOS

"ME ARRUINÉ POR NO SABER DECIR QUE NO"

¿Qué hacen ustedes cuando viene a verles alguien que ha perdido su trabajo?

Respuesta. Hablar, hablar con él y que hablen con él otros que se encuentren en su misma situación. Dos días a la semana organizamos reuniones entre gente afectada por los mismos problemas.

P. Así lo hacen también los alcohólicos.

R. Exacto. Es un principio elemental. Hay que evitar que el parado se quede en su casa lamentando su situación, avergonzado, o catatónico ante la televisión. De hecho, el que alguien se decida a entrar en un lugar como el nuestro ya es un síntoma muy positivo. La dificultad más grande está en todos esos parados que no conocemos, y que no se atreven a salir de casa, y mucho menos a pedir ayuda. La primera condición para resolver un problema es poder darte cuenta de que no es solamente tu problema, que hay mucha coincidencia en las experiencias humanas, tanto en las felices como en las desgraciadas. La segunda condición es aprender de las soluciones que han ideado tus iguales. Tal vez la diferencia con los alcohólicos es que un alcohólico necesita una terapia permanente y un parado no.

P. La palabra cura.

R. No es una metáfora. Ni un tópico más o menos espiritualista. Es el principio de curación de toda patología social. Nosotros nos dedicamos, específicamente, a dos grandes colectivos: los parados mayores de cuarenta años y los inmigrantes. Son grupos con problemas diferentes. Pero la puesta en común de sus experiencias es el primer paso para los dos. Poco a poco va creándose una red de reflexión y de información que es muy útil para resolver los problemas. Yo lo que querría, sobre todo, es insistir en su utilidad práctica. Su eficacia es brutal.

P. ¿No fracasan?

R. Llevamos siete años. Tal vez no hayamos solucionado los problemas de alguien, pero, de verdad, no tengo conciencia de ello. Ciertamente, hay una variable que no controlamos, que es la del tiempo. Pero hasta ahora siempre hemos acabado por encontrar una solución. Encontrar una solución quiere decir que muchas veces la hemos encontrado nosotros y que otras veces la encuentra el que tiene el problema. Porque, normalmente, el problema de alguien que pierde su trabajo es que esta situación concreta va asociada a otros problemas. Y muchas veces solucionando estos problemas se soluciona el otro.

P. ¿Aparte de la desgracia, tienen algo más en común los que vienen a verles?

R. Los inmigrantes, sí, claro. Pero entre los parados hay gente de todo tipo. En realidad, al principio, quienes más venían eran empresarios. En las primeras reuniones sólo había gente con corbata. Después, a medida que la fundación se ha ido conociendo, la gente se ha mezclado más.

P. ¿Por qué se dedicó a esto?

R. Bueno..., yo lo sufrí primero.

P. ¿Qué pasó?

R. Tenía una empresa y me fue mal.

P. ¿Se arruinó?

R. Sí, digamos que sí.

P. ¿Por qué?

R. Al final he llegado a pensar que el único problema que tenía era no saber decir que no.

P. ¿Quién le ayudó a salir?

R. Mi familia, mis amigos.

P. ¿Hace esto porque antes lo ayudaron?

R. Bueno, supongo que también ha de tenerse una cierta vocación. Pero, por desgracia, muchas veces, y seguramente también en mi caso, la vocación va vinculada con la adversidad. ¡No puede usted figurarse la empatía que genera la adversidad!

P. ¿El Estado no puede llegar a los lugares donde ustedes trabajan?

R. No, claro que no. El Estado es un reglamento. No trata el caso, sino los casos. Lo único que puede hacer el Estado es ayudar indirectamente, como nos ayuda a nosotros. Aunque es una ayuda muy burocrática y que nos hace perder a veces mucho tiempo. Hay que justificar hasta los bolígrafos y ése es un tiempo precioso que se pierde en perjuicio de la acción social.

P. Lo que hacen ustedes lo hacían, y lo hacen, las familias.

R. Sí, claro. La familia ha actuado, tradicionalmente, de correctora de algunas de las insuficiencias del Estado. Pero no todas las familias pueden desempeñar hoy ese papel. En parte porque la familia está en crisis y en parte porque, muchas veces, la consecuencia primera de haber perdido un trabajo es la ruptura del núcleo familiar. O al revés: primero se rompe la familia y luego se pierde el trabajo. Son los procesos de lo que llamamos aquí, en la fundación, en broma y para relajarnos, el siniestro total. Se empieza con el trabajo, se sigue con la familia y se acaba perdiendo la salud. En el caso de los inmigrantes, la familia suele quedarse en el país de origen y no puede cumplir con eficacia su labor de protección. Los inmigrantes vienen a veces con unas necesidades que la familia resolvería sin demasiados problemas, en el supuesto de que estuviera cerca: un lugar para dormir, por ejemplo.

P. Ustedes son cristianos.

R. Sí, pero es secundario.

P. Ser cristiano nunca es secundario.

R. Quiero decirle que nosotros no predicamos.

P. Quiere decir que ante los problemas no recomiendan la oración.

R. Exacto. El grupo de amigos fundadores de la asociación tenemos una formación y una ética cristianas. Nada más. La oración es un asunto privado. Yo puedo pensar que una mano amable conduce, a veces, hasta la resolución de los problemas; pero esto es asunto mío.

P. ¿Nadie ha visto nunca doble fondo en su labor de ayuda?

R. Sí, muchas veces desconfían. Sobre todo en los primeros días. Van preguntando: ¿pero esto es gratis? Claro que es gratis: me parece que hablar es una de las pocas cosas gratis que nos quedan.

El ingeniero Jaume Mistral.
El ingeniero Jaume Mistral.CONSUELO BAUTISTA

EL CLAN

Jaume Mistral es el responsable de Prahu (Fundación Privada de Proyectos y Ayudas Humanitarios), con sede en Barcelona (Sant Pere Màrtir, 18. Tel. 932173020), que se ha especializado en la ayuda a parados mayores de cuarenta años y en la atención a los inmigrantes. La fundación, creada en el año 1995, tiene un modesto presupuesto anual de veinte millones de pesetas, que costean la Administración catalana y la iniciativa privada. Su eficacia, muy superior a su tamaño, parte del principio de que hablando se cura la gente. La gente llega a Prahu diciendo, después de los primeros tanteos: 'Lo que yo necesito es un trabajo'. Y se le contesta: 'Bien, hablemos'. Parece que resulta. El principio no es ajeno a la propia experiencia de su fundador, un ingeniero de caminos que se quedó sin su empresa en la mitad de la vida y que, una vez rehecho, decidió hacer por los otros lo que antes habían hecho por él. Mistral, un hombre católico, encara la ardua situación del que se queda sin trabajo desde un punto de vista escasamente victimista: 'Es absurdo considerar que el parado es culpable. Pero también es absurdo negar su responsabilidad'. Después de siete años de actividad social, la fundación ha logrado organizar una red de solidaridad muy eficaz donde participan de manera activa los que en un momento u otro fueron víctimas. Sin duda, la eficacia del clan es inmune a la derrota.

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