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Crónica:FERIA DE ALMERÍA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La tauromaquia, según Enrique Ponce

Durante la lidia del quinto toro, Enrique Ponce escribió un manual taurino en el que se encontraban todos los conceptos fundamentales. El toro tenía que torear, echaba la cabeza arriba en el remate y, ahora sí, Ponce puso sobre la mesa todas las tauromaquias: enfrentado a los pitones, presentando la panza de la muleta que discurría baja, pasándoselo cerca y ligando sin enmendarse, todo ello adelantando la pierna que marcaba la salida. Los de pecho, cruzados al hombro contrario y barriendo el lomo, los adornos cuando venían a cuento, y la estocada, a ley. Así, sí, con torería, sin más truco que saber aguantar el corazón. El segundo fue un manso que sacó rabia para derribar y, acto seguido esconderse al amparo de tablas. Mariano de la Viña hubo de banderillearlo al sesgo y Ponce lo sacó a los medios para obtener dos coces como única compensación.

Dos ganaderías / Hermoso, Ponce, Manuel

Dos toros de Murube, reglamentariamente despuntados para rejones, y 4 de Santiago Domecq Bohórquez, mansos los dos primeros, bravo el 3º y difícil el 4º Hermoso de Mendoza: dos orejas y oreja. Enrique Ponce: aplausos y dos orejas. Ruiz Manuel: oreja y ovación. Plaza de Almería, 28 de agosto, 4ª de abono. Más de tres cuartos de entrada.

Ruiz Manuel aguantó valientemente la mirada inquisitiva y el parón de su primero, y se vio medio desvestido al quedarse en la cara cuando entró por primera vez a matar. Después, cobró una notable estocada a toma y daca. La dificultad del último y sus limitados recursos le impidieron el lucimiento.

Pablo Hermoso de Mendoza logró momentos estelares de temple cabalgando a dos pistas sobre Albayzín y Campogrande; con ellos logró ajustes imposibles en banderillas. En el cuarto también quebró lentamente a lomos de Chicuelo, dándole sentido a la primera pirueta y dejando algo fuera la segunda. En el resto de la actuación los caballos fueron alcanzados demasiadas veces, lo que sí es verdad que se produce por jugársela valerosamente, no es menos cierto que denota un punto de falta de temple, en un rejoneador sobresaliente que tal vez lleve demasiadas millas sin bajarse del caballo. Sosegaos.

Siempre hubo para un torero una sola forma de sacarse la espina. Enrique Ponce lo hizo ayer.

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