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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

El fascinante y enigmático 'Misteri d'Elx' de Jordi Savall

Desnuda de la representación teatral que cada mes de agosto, desde hace seis siglos, se celebra en la iglesia de Santa María de Elche, la versión en concierto de la Vespra, la primera de las dos jornadas del Misteri d'Elx que el director de orquesta y violagambista Jordi Savall estrenó en España en la noche del lunes en el Festival de Torroella de Montgrí (Girona) se convirtió en un fascinante, enigmático y perturbador viaje musical por cinco siglos de música en la península Ibérica. Un viaje de 70 minutos de duración que acabó atrapando a un inicialmente desconcertado público que abarrotó la iglesia de Sant Genís de Torroella con la fuerza del subyugante misterio de la música.

Afirma Savall que Misteri d'Elx es como una iglesia que empezó a construirse en la época románica y a la que en su edificación a lo largo de los siglos se han ido superponiendo estructuras de otras épocas y estilos hasta llegar a la forma en la que actualmente la conocemos. Esta superposición de estructuras musicales, presentes en las representaciones de Elche, fueron sin el entramado teatral de la representación absolutamente diáfanas en la versión de Savall, quien, pese a hacer recaer todo el peso de la obra en la parte musical, tuvo el acierto de revistir de acto litúrgico un concierto que narra la muerte y ascención al cielo de la Virgen.

Apoyado en el estudio y la práctica de estilos musicales de siglos remotos, Savall construye una versión en la que conviven la música andalusí con la del renacimiento y el barroco. Una perturbadora mezcla que desconcierta al oyente tanto como a quien acude por primera vez a Elche a ver Misteri y escucha ese pasodoble con el que empieza la representación. La mezcla de antiquísimas monodias medievales con polifonía de los siglos XVI y XVII es uno de los grandes enigmas de este drama musical asuncionista declarado patrimonio oral de la humanidad por la Unesco.

La baja a última hora de la soprano Montserrat Figueras, que debía cantar el papel de María, fue cubierta por la contralto Begoña Olavide, una especialista en música andalusí que, acompañándose ella misma con el salterio, imprimió con su canto de raíces moriscas un aire misterioso y enigmático a las monodias de la Virgen. Su canto contrastó con el resto de los intérpretes vocales, que, apoyados en técnicas de la música renacentista y barroca, ornamentaron profusamente sus melodías interpretadas en su mayor parte a capella o con el acompañamiento de un solo instrumento. De entre ellos cabe destacar la bella y homogénea voz del contratenor alavés Carlos Mena en el papel de ángel, y la solvencia del tenor catalán Lluís Vilamajor como San Juan.

Recuperando la funciones de los antiguos ministriles, conjuntos instrumentales que en la Edad Media acompañaban los oficios litúrgicos, la Capella Reial de Catalunya se llenó de salterios, sacabuches y chirimías para interpretar los interludios, el himno inicial y la obertura final. Savall eligió en el primer caso un himno procesional napolitano de la época de Alfonso el Magnánimo (1396-1458), y para el segundo una obertura del Joan Cabanilles del siglo XVII, ambas interpretadas con el repique de una campana de fondo.

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