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Columna
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Hombres D

Cuando cuente tres vas a caer en un profundo sueño. La respiración es más y más relajada. Estás tranquila. Me oirás, pero no sentirás tu cuerpo, me ordena la sugerente voz del hipnotizador. Le obedezco y me duermo de una forma muy rara, sin dormirme del todo, como con un ojo abierto dentro del sueño. Vas a viajar, dice, al pasado en busca de un hombre. Quiero que me hables del primer hombre que recuerdes.

Me siento propulsada a través del tiempo. Todo está lleno de seres humanos, de estrellas, planetas. Siento vértigo. Hasta que, de pronto, me detengo y miro alrededor asombrada. Estoy en un vergel -digo en voz alta. Llevo mis partes tapadas con hojas de parra y hay un hombre muy bien formado y muy guapo, que también las lleva. Dice que es Adán y que yo salí de una costilla suya. Pero no me lo creo, sé que me engaña, de todos modos no quiero discutir y le ofrezco una manzana. Es todo muy bonito.

El hipnotizador me pide que salga de esta escena y avance un poco más, y yo lo hago. Ahora estoy en una cueva, digo. Conmigo hay otras mujeres. Llevamos pieles y unas greñas impresionantes. Estamos pintando unos bisontes en las paredes para que nuestros hombres se encuentren con ellos y puedan cazarlos. En este punto, el doctor pregunta muy alarmado si no estaré confundida y no serán ellos quienes pintan los bisontes, a lo que respondo que no, que somos nosotras, que en este instante yo misma me hallo perfilando unas patas en una postura bastante incómoda. El hipnotizador se impacienta, por lo que sigo adelante.

Ahora hay un señor a mi lado que se llama Lot, y yo soy su esposa. Estamos colocando sobre un burro lo más necesario porque hemos de salir huyendo. Creo que Dios va a destruir Sodoma y Gomorra, pero quiere que nosotros nos salvemos. Así que empezamos a andar muy deprisa y luego a correr, la cosa se pone muy fea. Hasta nosotros llega una gran nube de polvo y olor a quemado y ruido. Entonces Lot me grita que vuelva la cabeza para comprobar que no se haya quedado rezagada ninguna de nuestras hijas. Y miro y ya no puedo moverme. Por favor, doctor, despiérteme, no lo soporto.

Yo no soy ningún doctor, soy Lot. Y tú te has convertido en estatua de sal para toda la eternidad. Sabías demasiado.

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