El mundo al revés
Es un notable error que César Jiménez figure en el escalafón de matadores de toros, ya que no tiene ni idea, precisamente, de cómo se mata un toro. Hay que verlo coger la espada con el brazo como si estuviera enyesado, apuntando a los bajos y pasando por allí sin hacer la suerte. Lo curioso es que empieza suelto con el capote, que recibe al toro en los medios con redondos de rodillas y que, a partir de ahí, se equivoca fundamentalmente al colocarse fuera y diluir la faena. A pesar de todo, el presidente, que está ahí para tragarse toros inválidos y dispensar orejas, cumplió con su abnegada obligación. Pedro Gutiérrez Moya es ganadero de bravos y, sin embargo, soltó algunos toros para carne, cornivergonzosos y con la misma acometividad que un piano, que es uno de los bienes muebles que menos se mueven.
Gutiérrez / Caballero, Tomás Jiménez
Tres toros de Pedro y Verónica Gutiérrez Lorenzo, 3º, 4º y 6º, finos de tipo, y tres de Carmen Lorenzo, blandos y mansos. Manuel Caballero: ovación y pitos. José Tomás: silencio tras aviso y oreja. César Jiménez: oreja y oreja. Salió a hombros. Plaza de Almería, 26 de agosto, 2ª de abono. Más de tres cuartos de entrada.
Manuel Caballero está habituado a entrenar con el citado instrumento y a pasarse las tardes sin torear, gracias a que se coloca al margen y firma una declaración de no beligerancia.
Con el mundo al revés, en pleno reinado de tonto del pueblo, correspondió a José Tomás la parte seria: transformó en toro un mulo de 600 kilos que topaba, llevando la embestida en recto hasta darle distancia y conseguir la curva hasta llegar al natural perfecto. Mató de pinchazo y media. A José Tomás no le viene grande el oficio. En el último, torero y presidente repitieron actuación.
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