El temple de Robleño
Para abrir boca, la feria popular de la denominada pequeña Pamplona, soltó una corrida de amable presentación, floja y noble en términos generales, para entendernos, que se dejaron hacer, y compréndase el dicho, salvo un sexto toro que desarrolló genio, feas acometidas, y con el que Fernando Robleño se fajó cual valiente, aunque no acertara a despenar de manera correcta, pues se perdió en un sinfín de pinchazos sin tino.
Pero el de San Fernando Henares, en su primero hizo honor a un toro de clase, al realizar una faena de temple, calidad, hondura en las palmas de las manos, y regusto en los remates de muletazos, en los que hubo cadencia, soltura y mando. Había saludado de capote en lances y verónicas de manos bajas, que alegraron a los aficionados.
Carriquiri / Encabo, Flores, Robleño
Toros de Carriquiri, los tres primeros terciados, los tres últimos mejor presentados; nobles y flojos en general, salvo el 6º que tuvo genio; cómodos de cabeza. Miguel Encabo: silencio y silencio. Eduardo Flores: oreja y silencio. Fernando Robleño: dos orejas; aviso y silencio. Salió a hombros. Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Paulino Perdiguero. Plaza de San Sebastián de los Reyes, 26 de agosto, 1ª de feria. Un cuarto de entrada.
Luis Miguel Encabo no tuvo una tarde afortunada, el lote que le correspondió no fue el más adecuado para practicar el toreo. Hizo cierto esfuerzo en su segundo, en el que afinó algún derechazo o natural de nota.
Eduardo Flores, diestro poco placeado, estuvo gris y plomizo, como la tarde lluviosa, en el sexto, pero en su primero montó una faena sobre el pitón izquierdo, a media altura, que brilló por su manera de templar con golpes de muñeca suaves, limpios, sentidos, que rezumaron torería. Ese es el camino a seguir.
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