La Supercopa en la cabeza
Portillo, el máximo goleador (5 tantos) del Madrid este verano, se ve con méritos para ser titular el viernes ante el Feyenoord
'Tengo que ser titular en la Supercopa', le dijo Portillo a un amigo después de meterle dos goles al Dinamo de Bucarest el sábado. El máximo goleador de la pretemporada del Madrid (cinco tantos) posee una ambición fanática. La misma suerte de aura poderosa que admira en su ídolo, Raúl. Un magnetismo que le empuja a pisar el acelerador si ve la meta al fondo de la recta.
Dicen que hay futbolistas de participación y futbolistas de aparición. Y entre la melancolía de Morientes y la falta de rodaje de Raúl apareció Portillo. Sin fama, sin envergadura ni potencia, sin velocidad, sin salto, sin habilidad para el desborde, sin implicarse en la elaboración del juego colectivo. Sin hacer otra cosa que no sea aparecer para y por él. Entró en el partido amistoso contra el Dinamo en el minuto 57 y le dio la vuelta. Morientes había pasado inadvertido y Raúl, un clásico, había marcado un tanto antes de retirarse a la ducha. Ninguno de los dos internacionales ha jugado 90 minutos seguidos desde que se incorporaron tras las vacaciones. La Copa del Mundo todavía les pesa en la preparación.
La delantera del Madrid no funciona a pleno rendimiento por motivos anímicos y físicos. Y en tiempos de ríos revueltos Portillo sabe pescar. El ruido de los medios de comunicación ha salpicado al vestuario con el caso Ronaldo. El Madrid está dispuesto a vender a Morientes,dicen, si le dan a cambio algo mejor. Morientes, un goleador emocinalmente inestable, ha captado el mensaje y se ha sentido poco querido por el club. El sábado salió al campo con aire triste. Lejos del ímpetu que exhibía con la selección en Corea. No consiguió marcar. Portillo, sí.
Nacido en Aranjuez (Madrid) en 1982, hijo del dueño de un bar, obsesionado con el fútbol, Portillo es uno de esos jugadores cuyas frases compiladas dan una idea brutal de las intenciones que esconde: 'No firmo quince goles esta temporada'; 'si viene Ronaldo, deberá ganarse el puesto'; 'aprovecharé mis oportunidades y que nadie dude de que no voy a bajar los brazos'; 'yo tengo los pies en el suelo...'.
Tiene los pies en el suelo, pero nada más llegar a Aranjuez, después de jugar los partidos, se pone a repasar el vídeo de sus propias actuaciones -el padre o la madre se las graban siempre- y su mente vuela. Mira los goles una y otra vez. Mira los que marcó y los que falló. Ensaya en su mente las mismas escenas vividas y recrea nuevas situaciones para volver a rematar imaginariamente los balones que despejó el portero o los que se fueron desviados. Y así se pasa las horas, rumiando disparos, un poco con su novia, un poco durmiendo, hasta que le toca entrenarse. Entonces viaja a Madrid, a la Ciudad Deportiva, donde ya es un clásico de los juveniles. El año pasado marcó 47 goles: 30 en Tercera, 16 en Segunda B y uno en la Liga de Campeones, un zurdazo desde 30 metros, contra el Panathinaikos.
Tiene los pies en el suelo, dice, pero piensa que se ha ganado todo el derecho del mundo a jugar el partido más esperado por la plantilla. Esa final de la Supercopa, el único trofeo europeo que no posee el Madrid. El duelo contra el campeón de la Copa de la UEFA, el Feyenoord, de Rotterdam, el próximo viernes, en Mónaco. Ese momento que pone fin al tedio de agosto y que espera con ansia el vestuario: Morientes, Raúl, Figo, Zidane, Hierro, Solari, Roberto Carlos...
Portillo tiene los pies en el suelo, pero siente que sus goles le dan derecho a un sitio en la aristocracia. Quizá en el lugar del propio Morientes, que, por un código consuetudinario, se habría ganado el puesto, pues fue titular en la final de Glasgow, la que da paso a disputar esta Supercopa. Quizá Portillo tiene los pies en el suelo de Mónaco.
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