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Reportaje:

Gràcia echa el cierre

Las fiestas del barrio miran al futuro con una mezcla de ilusión y pesimismo

Las mañanas durante la semana que dura la fiesta mayor de Gràcia se levantan perezosas. Un poco resacosas de las juergas nocturnas, que se pueden alargar hasta bien entrada la madrugada en algunos puntos del barrio. Es el momento para la tertulia y las actividades infantiles en muchas de las calles que se engalanan para el tradicional concurso. Los ganadores de la presente edición, los vecinos del tramo de la calle de Joan Blanques que va de Encarnació a Congost, se protegen del sol en los bajos donde tienen su cuartel general.

Su Setè Cel no había recibido ayer aún la visita del cantante Jaume Sisa, en cuya canción se inspira el decorado. Así lo comentaba Glòria Estruc, presidenta de la comisión de fiestas. Es un pequeño detalle que no empaña en absoluto un año que les ha salido redondo. Su decorado, alabado por propios y extraños, ya empieza a tener pretendientes para cuando empiece mañana -las fiestas echan el cierre esta noche- el proceso de desmontaje. El objeto de deseo son las lámparas que decoran la nebulosa de día y la iluminan de noche. 'A nosotros nos va muy bien que la gente quiera comprarnos partes del decorado. Nos ayudan económicamente y además nos enorgullece', afirma Estruc.

Esta administrativa que lleva más de 20 años implicada en los preparativos de las fiestas explica que ya hace tres años que acaban vendiendo parte del decorado. 'Este año hay diversas personas que ya tienen más o menos escogido lo que se llevarán. Algunos son asiduos, pero también hay visitantes ocasionales que se interesan'. Les piden la voluntad: 'Si pueden pagar 30 euros, bienvenidos sean. Pero cada uno llega allí donde puede'. Son lámparas realizadas con tiras de cinta plástica de embalar tratada formando bucles que prenden de un centro que no es más que un escurridor. Por encima están recubiertas por plástico con burbujas pintado con colores fluorescentes para que, una vez encendidas, se refleje la luz. Una filigrana cuya costosa elaboración ejemplifica la cantidad de trabajo que se esconde detrás de cada decorado.

La junta que preside Estruc desde 1991 -tomando el testigo de su padre- está formada por siete personas. Una comerciante, un librero, un bombero jubilado, un profesional de la hostelería -su marido-, una estudiante y un antiguo diseñador textil, su hermano Ricard. Él se encarga de realizar las tareas manuales más complicadas y de concebir la idea de los decorados. 'Somos aprendices de todo y maestros de nada', dice Estruc. Los días de montaje cuentan con más manos, pero ellos empiezan el trabajo en enero de cada año. 'Tenemos la sensación de que cada vez somos menos. Antes, el nivel de exigencia era menor, pero ahora ha subido. No podemos pedir a todo el mundo que dedique cada día dos horas de su tiempo ni los fines de semana. Además está el dinero que cuesta mantener el local, sin el que no podríamos acumular el material que necesitamos ni trabajar los decorados'.

Cuadrar los números -cuotas de socios, sorteos, venta de participaciones de lotería y ayudas del distrito y de la Federación Fiesta Mayor-, la inversión de tiempo y el escaso relevo generacional son algunos de los problemas que apuntan los vecinos que participan en la organización de las fiestas a la hora de hablar del futuro.

'En unos años el número de calles engalanadas puede caer de forma estrepitosa porque hay pocas personas que se quieran sacrificar', opina Josep Maria Contel, de Verdi de Dalt. 'La tradición se recuperó mucho tras la muerte de Franco, porque la gente tenía ganas de reconquistar la calle como lugar de reunión y de fiesta. Pero hoy en día hay pocos jóvenes que se metan en el mundo asociativo, como tampoco se implican en política. Quizá consigamos mantener una fiesta mayor con actividades y algún decorado testimonial', continúa.

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También Jordi Martínez, de la recién recuperada para la fiesta calle de Tordera, se muestra un poco pesimista. Y eso que su junta ha sido impulsada, en buena parte, por cuatro chicos de entre 24 y 26 años: 'No quiero ser agorero, pero hace 15 o 20 años que en las comisiones se ven las mismas caras, empezando por la mía, que tengo 53'. Albert Torres, presidente de la Federación Fiesta Mayor de Gràcia, reconoce el problema, pero recuerda, para contextualizar, que allá por la década de 1960 hubo una época en que sólo resistían cuatro o cinco calles. Respecto a los locales de las comisiones de fiestas de cada calle, Torres recuerda: 'Antes muchos propietarios los cedían gratis y ahora los hacen pagar'.

También está la preocupación por el mantenimiento de los engalanados durante los días de fiesta. Glòria Estruc dice que 'la seguridad es primordial' y que más de una vez se ha planteado 'si vale la pena trabajar tanto para que todo esté patas arriba a las primeras de cambio'. No ha sido el caso de este 2002, a pesar de la lluvia. Pero también es cierto que los vecinos hacen turnos para controlar que nadie toque nada. Que nadie se alarme: todos aseguran que las compensaciones son muchas y que la ilusión no se agota así como así.

Como en todo evento que congrega a multitudes -Ferran Mascarell, regidor del distrito de Gràcia, apunta a unas 100.000 personas por jornada- la fiesta mayor de Gràcia tiene que hacer muchos equilibrios. También en el campo de la seguridad y de los servicios de limpieza. Estos días se han doblado los efectivos de la Guardia Urbana y del Cuerpo Nacional de Policía. Además, se han instalado dos docenas de mingitorios con el objetivo de mitigar un poco el desagradable olor a orín que desprende buena parte del barrio después del jolgorio.

La juerga, que oficialmente se acaba a las 2.30 en los días laborables, se alarga, como siempre, hasta altas horas de la madrugada en algunos puntos calientes. Como en la plaza del Sol. Allí se han reunido, al ritmo de bongos y timbales, centenares de jóvenes cada noche. El año pasado la fiesta espontánea terminó en incidentes que en esta edición se han querido evitar. Mascarell apunta a que en el futuro se intentará que este enclave se integre de nuevo en la celebración con la programación de algunos actos.

Control de decorados

'Si se pierde la gracia de los decorados se acabará la fiesta, porque es lo que la gente viene a ver', afirma Albert Torres, presidente de la Federación Fiesta Mayor de Gràcia. 'La tradición no se va a perder, pero tenemos que estar vigilantes', continúa. Tanto es así, que este último año esta entidad que aglutina las calles y los actos que conforman la celebración ha aprobado un reglamento interno para controlar el nivel de exigencia y penalizar a aquellas comisiones que no lo cumplan.

En él se establece que todas las calles tienen que realizar una portalada de acceso y otra de salida -un motivo central en el caso de las plazas-, decorados laterales y una cubierta. Y también que se evaluará negativamente a las comisiones que no trabajen manualmente todos los elementos que forman los decorados. Todo ello quiere estimular aún más a los participantes.

A las calles que no cumplan con las condiciones se les descontará una parte proporcional a la falta. Y es que aparte del apoyo en el capítulo de infraestructuras, la Federación aporta dinero en metálico a las calles, procedente en su mayoría de diversos patrocinadores. La federación tiene previsto crear una fundación con el objetivo de reunir más fondos para la fiesta.

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