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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Importa un pimiento

El pasado miércoles tuve la tristeza de contemplar el atentado cultural perpetrado por la Compañía Lírica Española de Antonio Amengual en el Teatro de Madrid. A diferencia de Italia, donde un ministro de Cultura puede llegar a dimitir por una mala representación en un teatro nacional, en nuestro país los géneros grande y chico importan un pimiento, salvo que sea en el teatro nacional de la Zarzuela. Y no debería ser así. El Teatro de Madrid es municipal, señores. Y esta compañía, aunque privada, recibe una subvención del Ministerio de Cultura: están pagando parte de su puesta en escena con nuestros impuestos.

Por ello, es vergonzoso lo que se hace en el coso de La Vaguada sin una sola crítica opuesta. La compañía, de la que sigo su trayectoria desde hace años, está de capa caída realizando montajes sosos y sin brillo, que sólo se salvan por partitura, libro e intérpretes. Pero lo del miércoles, en el estreno de Gigantes y cabezudos y La verbena de La Paloma, dos de las obras emblemáticas del género, fue de delito. No por la puesta en escena, con coros estáticos, luces inverosímiles, dirección orquestal plana, solistas inadecuados... lo de siempre; el delito fue que ambas obras fueron recortadas brutalmente, sobre todo Gigantes, donde se hace desaparecer la escena completa que resoluciona la obra.

Yo buscaba un motivo a esta masacre y estuve hablando a la salida con alguno de los integrantes de la compañía. El señor Amengual había realizado los cortes dos horas antes del estreno, para que las obras 'cupieran' en el horario del teatro. ¿Cómo se pueden programar dos obras y no darse cuenta hasta el día del estreno de que sobrepasan la duración permitida por el teatro? ¿Cómo los herederos de las obras permiten esta destrucción de su integridad? ¿Cómo Amengual, que en entrevistas presume de mantener la pureza de la zarzuela española, puede tener semejante desvergüenza artística? ¿Cómo el Ministerio de Cultura no frena (y multa) estos abusos realizados con sus subvenciones?

Lamentablemente, parece que la polémica del Quijote en spanglish en el extranjero es capaz de movilizar la fibra sensible de la cultura oficial, pero el destrozo en casa de obras emblemáticas, y más si son zarzuelas, importa un pimiento. ¿Desinterés... o desconocimiento?

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