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CURSOS DE VERNAO

Hasta el 10% de los pasajeros de viajes aéreos largos tiene riesgo de sufrir una trombosis venosa profunda

Hasta un diez por ciento de los pasajeros de vuelos largos están en riesgo de sufrir una trombosis venosa profunda, una patología de actualidad creciente que da lugar al denominado 'síndrome de la clase turista', que en muchos casos puede evitarse con sencillas medidas preventivas y cuya consecuencia más grave es el tromboembolismo pulmonar, según explicó hoy el especialista en Urgencias Luis García-Castrillo.

Este síndrome es uno de los contenidos del seminario 'Wilderness Medicine. Medicina de los espacios naturales extremos', que se celebra esta semana en Laredo dentro de los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria, dirigido García-Castrillo.

El especialista señaló en su intervención que aunque los estudios que relacionan los viajes aéreos largos con la aparición del tromboembolismo pulmonar son escasos, el síndrome de la clase turista ha cobrado una gran importancia en los últimos años debido a la avalancha de demandas contra las compañías aéreas por esta causa.

Según García-Castrillo, el riesgo de que se forme un trombo en las extremidades inferiores (un accidente que se da en una de cada mil personas y que en la mitad de los casos deriva en un embolismo pulmonar, enfermedad que tiene una alta mortalidad) se incrementa si existen antecedentes de vuelos largos en las dos semanas anteriores.

Se calcula que uno de cada 3.000.000 de viajeros sufre un embolismo pulmonar. "Y lo realmente preocupante es que el 94 por ciento de los casos son silentes, no dan ninguna clínica", destacó García-Castrillo.

Explicó que la inmovilidad prolongada, la deshidratación (una persona que no ingiere líquidos en un viaje de más de seis horas pierde un 10% del agua corporal), la menor concentración de oxígeno en el aire de la cabina y la concurrencia de factores individuales como la obesidad, el tabaquismo y las alteraciones de la coagulación sanguínea son algunas de las posibles causas del síndrome de la clase turista, mal denominado, según dijo, porque también se produce en los pasajeros del resto de departamentos del avión, incluido el personal de la tripulación, y en medios de transporte terrestres como trenes, autobuses y turismos.

La falta de movilidad en el interior de un avión está condicionada por los límites de espacio, sujetos a una normativa que, según García-Castrillo, muy pocas compañías aéreas cumplen. Señaló sin embargo que el pasajero puede adoptar unas sencillas medidas que teóricamente disminuyen los riesgos.

Entre éstas, y antes del viaje, recomednó descansar para reducir el estrés, hacer ejercicio y fumar menos y, durante el viaje, realizar ejercicios en las piernas, llevar medias de compresión, descalzarse y beber líquidos abundantes (excepto alcohol y otros estimulantes) y reducir en lo posible la ingesta de alimentos.

Además, y una vez en tierra, no hay que olvidar que el riesgo de un tromboembolismo pulmonar persiste al menos dos semanas, por lo que habrá que permanecer atentos a la aparición de dificultades en la respiración, dolor torácico y enrojecimiento o hinchazón en las piernas, subrayó.

El curso Wilderness Medicine es, según su director, "una iniciativa pionera en España", ya que nunca se habían reunido en una actividad académica contenidos tan diversos, que tienen como denominador común los riesgos para la salud de los ambientes extremos, desde los viajes en avión hasta las travesías por el desierto, los deportes que entrañan un peligro especial o las visitas a países tropicales.

El objetivo de este curso es, según su director, "informar de algunos de los múltiples riesgos de viajar y aportar algunos conocimientos básicos de autocuidado y protección".

'JET LAG'

Otro de los temas que abordó en su intervención García-Castrillo fue el del 'jet lag', el desajuste del reloj interno que se produce por un desfase horario entre el punto de origen de un viaje y el destino.

Cuando la diferencia es mayor de tres horas, es habitual que aparezca un cuadro semidepresivo caracterizado por fatiga, desorientación, irritabilidad, pérdida de apetito, dificultades de concentración, trastornos del sueño, alteraciones gastrointestinales, etc.

Para evitar este tipo de situaciones, sujetas a importantes variaciones personales, aconsejó adaptarse progresivamente al horario del punto de destino desde algunos días antes del viaje, ya que la capacidad de reajuste del reloj interno, cuyo funcionamiento depende de la cantidad de luz, es de sólo una hora diaria.

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