_
_
_
_
Crónica:ATLETISMO | Concluyen los Campeonatos de Europa al aire libre
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un bronce decepcionante

Los españoles, con Rey tercero, 'regalan' el oro y la plata a un finlandés y un estonio

Carlos Arribas

Es dura la vida del maratoniano. Si no es tan bruto como el estonio Loskutov, que lleva 20 maratones en seis años y piensa correr cuatro esta temporada, como mucho dos maratones al año, uno alimenticio y otro de gloria. El alimenticio les da, si va muy bien la cosa, 24.000 o 30.000 euros. El de la gloria, si todo es perfecto, una medalla, una beca y un aumento del caché. Así, en los maratones de ahora, el corredor de fondo ya no es el atleta solidario, sino el perro, el individuo.

El padre de Janne Holmen fue un digno fondista finlandés de los años 70, los tiempos del gran Lasse Viren, la era de la sangre mágica. La madre, que es quien, dicen, transmiten los genes de la resistencia, fue campeona de Europa de los 3.000 metros en 1974. La genética manda: Holmen no tuvo más remedio que convertirse en atleta, en corredor de fondo. Hombre joven, de 24 años que no aparenta por su alopecia galopante, y perseverante, Holmen empezó con el 5.000, luego pasó al 10.000 y, finalmente, se dedicó al maratón. No es gran cosa, pero tampoco poca. No era gran cosa. O eso pensaban los rivales que en el gris mediodía de verano frío, 13 grados, y lluvioso de Múnich le vieron marchar, ligero y animoso, apenas cumplido el tercer kilómetro de la prueba. Le siguió otro nórdico que se sentía en su elemento, de bruma y tristeza, el noruego Rasmussen. Los demás se miraron, sonrieron y les dejaron hacer. Así comenzó una de las carreras más decepcionantes del atletismo español pese a que acabara con una medalla más, un bronce para Julio Rey.

Más información
Rey, la nueva alegría española
El español Julio Rey gana el maratón de Hamburgo y Javier Cortés queda segundo
Participación:: La opinión de los lectores

Rey, toledano, dijo que iba tan concentrado en sus cosas que ni sabía que un finlandés y un noruego se habían fugado: 'Oía voces y gritos, pero ni me enteraba de lo que decían. Y hasta el kilómetro 30, que me comentó Kamel Ziani que habría que empezar a pensar en tirar un poco, no me enteré'.

Cuando se enteró, Rey supo que era imposible alcanzarlos a los dos, pues contaban con un minuto y medio de ventaja. Tendría que recortarles ocho segundos por kilómetro, demasiado hasta para alguien como él, más fuerte, más centrado, más endurecido que nunca. A Rasmussen, sí, porque ya iba con el gancho y cedía tiempo zancada a zancada. Pero no a Holmen, que controlaba, se medía y tampoco iba tan deprisa,entre 3m 50s y 4m 50s el kilómetro, para quedarse seco de repente. Además, estaba en su ambiente, disfrutaba en el frío.

Aun así, Rey tardó en moverse. Siguió esperando, vigilando. Los españoles eran mayoría por entonces -los seis del equipo teñían de rojo el grupo de los fuertes, una docena escasa-, pero mayoría demasiado silenciosa. 'Hemos sido unos estúpidos', admitió Javier Caballero, uno del sexteto; 'todos pensábamos que podíamos ganar y nadie quiso ser el primero en gastarse y que luego se aprovechasen los demás'.

La situación desesperó a Luis Miguel Landa, el responsable nacional del maratón, que llegó 'empapado y sin voz', y estupendamente enfadado, a la zona en la que sus chicos hacían declaraciones tras la carrera. 'En el kilómetro 25 ya empecé a gritarles: 'Venga, muchachos; a mover la carrera, que se van'. Y ellos, nada, tiesos como estatuas, sin mirar y sin reaccionar', se lamentó; 'a los 30, les repetí el mensaje: 'Muchachos, menead la carrera que la fastidiamos'. La misma reacción. Se tenían que haber turnado'.

Los atletas también se hablaban. 'Cortés y yo tiramos un par de kilómetros en el 20 y redujimos la distancia, pero en cuanto vimos que se ponían en fila detrás de nosotros y nadie nos relevaba, nos paramos', recordó Caballero; 'y Ziani va y dice en el 30 que había que pensar en tirar. Pero lo dijo desde atrás, sin ponerse manos a la obra'. Se partían de risa. Esperaban a ver quién pringaba.

Cuando era imposible ganar, Rey atacó en busca del honor y la redención -de 1999 a 2001 cumplió una sanción de dos años por dopaje-, se llevó consigo al italiano Caimmi y al estajanovista Loskutov. Superaron a Rasmussen. No vieron a Holmen. Cuando ellos entraban al estadio, el finlandés ya cruzaba la meta. En la última vuelta, el estonio se desembarazó del toledano.

Un par de horas después, los seis españoles -tercero, quinto, sexto, séptimo, noveno y undécimo- recibían la Copa de Europa por ser el mejor equipo.

Julio Rey levanta el pulgar mientras se abriga con una manta.
Julio Rey levanta el pulgar mientras se abriga con una manta.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_