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Un arte aprendido de los indígenas y de un animal llamado 'Solito'

El arte de Fernando Noailles nació gracias a un caballo llamado Solito y a un empleado de origen indígena. Ambos vivían en una de las estancias que su padre tenía en la Patagonia, en el sur de Argentina. 'Me pasaba el día a caballo y con los brazos y las piernas rotas por intentar montar a animales sin domar. Un día me fijé en Solito, un caballo llamado así porque siempre estaba al margen de la manada. Y decidí domarlo', recuerda.

El empleado de la finca le introdujo entonces en los secretos de sus antepasados indígenas, para quienes los caballos eran algo más que un medio de transporte. 'Conseguí domar a Solito con lo que él me enseñó. Me metí con el caballo en un río, y le obligué a cruzarlo. El animal estaba más pendiente de nadar que de mí, y me colgué a su cuello. Cuando llegamos a la otra orilla, ya estaba sobre él. Desde entonces, lo monté sin problemas', agrega el argentino.

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Pero la curiosidad de Noailles sólo se estaba despertando y decidió dedicar su vida a los caballos y a aprender todo lo posible de los indígenas de su país. 'He vivido con decenas de tribus distintas, y de cada una de ellas he aprendido una técnica nueva. También me enseñaron el respeto por los animales y por la naturaleza, y es lo que transmito a los que siguen mis cursos'.

Este argentino ha domado en 20 años todo tipo de equinos: potros y caballos resabiados, animales tranquilos y 'auténticas bestias' de la cuadra del Cuerpo Nacional de Policía. Pero con los que más ha disfrutado es con los caballos salvajes de Doñana. 'Son animales puros. Son con los que mejor me entiendo', dice.

A Noailles le han salido muchos discípulos en España, aunque él sigue siendo el único maestro. 'Hay mucha gente que se dedica ahora a enseñar mi doma, y que la transmite a otros. Estoy orgulloso de ello', dice. Pero José Antonio Muro, su principal seguidor y colaborador, recuerda que en esto, como en todo, también hay falsos 'susurradores'.

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