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Entrevista:MARÍA TERESA CASTELLS | Propietaria de la librería Lagun, de San Sebastián | LIBREROS

'VOLVER HA SIDO UNA GOZADA'

Frágil de apariencia, risueña, introvertida. Ahí está esta librera donostiarra entre los libros de Lagun, su librería, una resistente doble, como librera y como ciudadana. El terrorismo sistemático contra sus estanterías, y contra su familia, hizo que Lagun cerrara durante meses; el apoyo de numerosos amigos de toda España le permitió reabrir, en otra zona de San Sebastián, la misma Lagun de siempre, más clara, con otra esperanza, la de permanecer. Ahí están, orgullosas, ella y su librería.

Pregunta. ¿Ha sido muy difícil volver?

Respuesta. Pues no, la verdad es que para mí ha sido una gozada y un pequeño triunfo. Ahora no estamos allá, que era un sitio muy bonito en la Parte Vieja, que la quiero mucho, pero estamos en otro sitio, con una librería más grande, así que caben más libros. Estamos muy contentos, me siento muy satisfecha.

'Atacan y queman los libros, que es una cosa que todo el mundo respeta. Los únicos que lo han hecho antes han sido los nazis'
'Yo estuve tres veces detenida y mi marido pasó un año en la cárcel. Es triste pensar en haber estado así con Franco y después esto'

P. Decía Victoriano Crémer en un verso: 'Dios, qué vida, da rabia beber sin alegría'. ¿Da rabia leer sin alegría?

R. Sí. Por ejemplo, en el año 63, el año que pasó mi marido en la cárcel de Carabanchel, no pude leer nada, no me concentraba, no podía. Y ahora, al principio, también me costaba concentrarme, cogía libros más fáciles; pero, en fin, ya he vuelto a leer otra vez. Cuando estás muy mal, no puedes concentrarte, llevas un rato delante de la página y no sabes qué pasa.

P. ¿Qué han supuesto para usted, humanamente, todos estos traumas?

R. No sé decirle. Me habrán marcado algo, pero se pasan y se olvidan. Las cosas malas hay que olvidarlas. Es como aquí, que llueve mucho, pero cuando hay un día de sol te olvidas de que ha estado lloviendo 10 días; pues lo mismo, estás otra vez en tu librería y va todo normal y te olvidas de las faenas que te han podido hacer en otro momento.

P. Su librería no tiene escaparate cuando está cerrada. Lo cubre una verja de hierro.

R. No tiene, y nos da muchísima pena. Fíjese, en tiempos de Franco no pusimos verjas ni nada y la gente que venía por las noches de pinchos podía ver los libros que teníamos. Pero después, sobre todo tras unos ataques reiteradísimos de unas Navidades de hace cuatro años, pusimos persianas muy fuertes para que no nos hicieran más faenas de ésas. Ahora aquí también las hemos puesto, por si acaso. A veces las abrimos y las dejamos un rato. Sí que es una pena, porque es muy bonito ver el escaparate de una librería, pero es algo a lo que nos hemos resignado.

P. ¿Es un símbolo de lo que pasa?

R. Pues sí, es un símbolo.

P. ¿Cree que algún día cercano se podrán abrir esas puertas?

R. No lo sé. Quiero creer que sí las veré.

P. ¿Qué libros la han marcado, han hecho su vida como lectora y como librera?

R. Son los libros que suelo recomendar porque me han parecido fantásticos. Por ejemplo, Ana Karenina, Madame Bovary, las obras de Eça de Queiroz, la novela del XIX inglesa, los rusos me gustan mucho, Chejov, las novelas de Tolstói, Dostoievski. En general, me gusta más recomendar clásicos. La gente suele pedirme algo más actual, y creo que sigo bien la novela española. Me gusta mucho Javier Marías, leo todo lo que publica. Pero es que los clásicos son una gozada, coger una novela grande, cómoda y hermosa para unas vacaciones.

P. ¿Qué es leer: un ejercicio, un hábito, un placer?

R. Es un hábito y también es un placer. Yo no sé leer cuando están todos en casa, los hijos, los nietos, necesito concentración. Cuando dormía mal me gustaba despertarme a las tres de la madrugada y estar leyendo hasta las seis, con todo el silencio. Desde niña me ha gustado mucho leer por la noche. Tenía que hacerlo medio a escondidas, porque mi padre se levantaba muchas veces y, si me pillaba, me echaba la bronca y me quitaba el libro, decía que tenía que dormir, y es normal, porque una niña tiene que dormir, pero a mí cuando más me gustaba leer era en el silencio de la noche.

P. Tiene algunos lectores ilustres que declaran que Lagun es su librería, como Fernando Savater.

R. Sí, Savater viene mucho por la librería.

P. Lagun ha renacido con la ayuda de muchos amigos. ¿Qué sensación le produjo la evidencia de esa ayuda y el momento mismo de la reinauguración de la librería?

R. Casualmente, el momento fue el 6 de agosto, que es el cumpleaños de Ramón, y siempre lo celebramos mucho. Y el orgullo, bueno, no es orgullo, es la sensación de solidaridad, de tener tantos amigos buenísimos, fue una impresión fantástica, estupenda.

P. ¿Le dieron ganas de abandonar en algún momento?

R. Pues no. Bueno, hubo un momento en que sí, hasta salió en los periódicos y los amigos me decían que cómo había dicho eso. Habían echado un petardo dentro de la librería y pensé que se podía quemar la casa, porque las casas de la Parte Vieja son todas de madera, y que podían morir los vecinos. Tuve un poco de miedo. A uno de HB que conozco le vi por la calle y se lo solté, que se podía quemar todo y morir gente. Lo ves como un incidente más, pero es que aquella Navidad fue muy fuerte, cada noche nos hacían algo: nos rompían los cristales, las puertas, tuvimos que protegernos con unas estructuras de madera, la librería estaba destrozada, protegida por ertzainas.

P. ¿Fue antes del atentado de Ramón?

R. Sí, antes del atentado.

P. Ustedes, que participaron en la lucha antifranquista, se han encontrado esto en democracia.

R. Sí, lo mismo. Yo estuve tres veces detenida, aunque poco tiempo, pero mi marido estuvo un año en la cárcel. Es un poco triste pensar en haber estado así con Franco y después esto. Recuerdo una vez, en tiempos del franquismo, que nos tiraron una piedra enorme en el escaparate. Estaba todo el cristal roto, la piedra y varios libros de la Gaya Ciencia, de Rosa Regás. Puse alrededor de la piedra varios ejemplares de Qué es el búnker, de Antonio Álvarez Solís, y me gustó mucho cómo quedó.

P. O sea, que los fascistas perseguían su librería porque usted y los libros defendían la libertad, y luego han venido otros con los mismos métodos.

R. Pues sí. Uno de HB me decía: 'No es por los libros, no es por los libros, porque si tuvierais una tienda de zapatos la atacaríamos igual'. Pero yo le contestaba que da la coincidencia de que atacan y queman los libros, que es una cosa que todo el mundo respeta mucho, y que los únicos que lo han hecho han sido los nazis. Quería decirme que era por nuestra ideología, porque a él mismo debía de sonarle mal.

P. ¿Qué sensación le produce todo eso?

R. Pues de cosa pasada.

P. ¿Aunque esté ocurriendo?

R. Aunque esté ocurriendo ahora. De cosa pasada.

P. Hay que tener mucho temple para aguantar esa presión.

R. Quizá sí, pero, bah, no me doy mucho mérito.

María Teresa Castells, en la librería Lagun, de San Sebastián.
María Teresa Castells, en la librería Lagun, de San Sebastián.JESÚS URIARTE

'TOVARICH'

Lagun es un nombre que Koldo Michelena buscó para esta librería que bajo el franquismo superó la garra del fascismo y que ahora se recupera del zarpazo del terrorismo de los etarras y sus correligionarios. Tan grave ha sido este último acoso que estuvo a punto de costarle la vida (en septiembre de 2000) al marido de María Teresa Castells, José Ramón Recalde, un socialista que fue encarcelado por Franco, que en la democracia hizo todo lo que pudo por normalizar la enseñanza del euskera y que fue, en gobiernos del PNV, sucesivamente, consejero de Eduación y de Justicia. Lagun significa amigo, compañero, y esa amistad que desata la hizo resurgir, como un proyecto nuevo, de la barbarie que la intentó silenciar. Hay un símbolo de esa barbarie: cuando uno llega y aún la librería no ha abierto, sus escaparates están tapiados con una enorme puerta de hierro. Cuando abren ya están allí, entre libros, María Teresa Castells y el gerente de Lagun, Ignacio Latierro, que contribuyó a abrirla en 1969. Su supervivencia es una consecuencia de ese apoyo y de la heroicidad de esta mujer menuda que persiste en su idea de seguir: '¿Por qué no me he ido? Me tira mucho San Sebastián, es mi tierra, aquí está mi madre, aquí está mi hija, aquí está mi librería'. Lagun, según el sabio Michelena, significa amigo, en el sentido ruso de tovarich, camarada. 'Nos tomaban el pelo, porque Lagun es un nombre muy de perro, y mi marido decía que qué culpa teníamos de que al perro le hubieran puesto nombre de librería'.

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