Votar desde casa
Desplazarse en una carroza con aire acondicionado por un Madrid desierto sería algo fenomenal. Y amanecer a las doce del mediodía con el murmullo de las olas y el canturreo de un pajarillo exótico. Pero he aquí que no es posible. Desde lo de la manzana, se nos torcieron bastante las cosas. Aunque el PP esté convencido de que Eva militaba en las juventudes del PSOE y viceversa, es inútil ya hurgar en la herida. No importa quién fue el culpable. Alguien ha organizado este tinglado de forma que tenemos que madrugar por las mañanas, meternos en un atasco, dejarnos la vista en un ordenador y beber el café malo de la máquina: trabajar. Son incomodidades remuneradas con un sueldo a final de mes. De forma que la única felicidad posible es asumir este sistema de canje y maniobrar un croquis de horarios para que podamos gastarnos el sueldo que ganamos con cosas que no nos gusta hacer con las personas con quienes nos gusta estar. No hay otra. Por eso, me sorprende esta nueva ocurrencia del PP para que sus diputados voten desde casa en plenos cibernéticos y puedan estar más tiempo con la familia. Yo pasmo. Vaya morro. Como poco, se me antoja una idea poco democrática y poco original. Como señal de protesta, yo no voy a trabajar hoy, voy a emplear mi tarde en aprender a cocinar pasteles para mi padre, que se lo merece tanto o más. Es funcionario, profesor.-
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