En el 'trenet' por la Costa Blanca
De Alicante a Denia, parada en el casco antiguo de Benissa
El tren, que es de vía estrecha, circula lento pero puntual. Apenas toca el silbato más que en las curvas cerradas, y lo hace pausadamente, como si le sobrara tiempo para frenar o estuviera seguro de que otro convoy no va a echársele encima, aunque el trazado sea de vía única. Esto, la colisión frontal, ya ocurrió algunas veces, hace tiempo, pero se tomaron todas las precauciones, y hoy, dicen, el trenet, que así lo llaman por estos pueblos, es muy seguro.
Desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche, el trenet de la Costa Blanca cubre a diario, y cada hora, la línea de Alicante a Denia y viceversa, deteniéndose en medio centenar de apeaderos que antaño fueron espléndidos y hoy algo menos, pero aún se tienen en pie. Se trata de un ferrocarril legendario cuya supervivencia es milagrosa en tiempos de alta velocidad, de autopistas de peaje y de toda clase de lujos rodantes.
El trenet es más atractivo por todo lo que no tiene que por lo que podría tener. Carece de aire acondicionado. No lleva bar, ni música por la megafonía, ni vídeo alguno. Sin embargo, aventaja a todos los trenes conocidos en encanto y carácter.
Pertenece a ese reducido club de los trenes románticos salvados a medias por la nostalgia y por el turismo. Por eso no tiene más remedio que disfrazarse en algunas ocasiones con pinturas chillonas y verbeneras, para hacerle gracia al turista y acercarlo a Terra Mítica, aunque su condición natural sea la de humilde tren de cercanías, convoy de pueblo, automotor rural. Así y todo, desempeña su cometido con notable ahínco, apurando al límite sus fuerzas.
Cuando el calor hace que el aire sea fuego salido de un soplete, a eso de las tres de la tarde, el trenet se asfixia en los desfiladeros, y el maquinista suda por el pescuezo, pobre hombre, y los viajeros trastornados sacan las cabezas por las ventanillas, y una mujer vestida de negro sepulcral, con los ojos en blanco, empuña su abanico y reparte aire como el santo padre reparte su bendición urbi et orbi.
Olor a aceite y tomate
El paisaje de la Marina Alta se cuela por las ventanas como si fueran cuadros recién pintados por un artista loco: un trozo de mar, un campo de olivos, un viñedo de moscatel. Y un desolado y único gigantesco algarrobo.
La experiencia viajera es pura y exclusivamente sensorial. La luz llega a herir la retina. Huele a aceite y a tomate, a coca todavía caliente, a embutido casero y a almendras fritas. Sabe a brisa de mar o a pesticida de huerto. Y en el convoy, repartidos en bancos de madera vieja, los viajeros hacen de su capa un sayo, de su fiambrera un ágape de estación, de su fantasía el filme de aventuras intemporales y exóticas.
En esta ocasión nos detendremos en Benissa, un pueblo grande de 11.000 almas que viven con Dios, y casi como Él, un pueblo partido por la infernal carretera -el ministro Cascos podría acelerar los trámites de una variante-, un pueblo injustamente desconocido, pues gran parte del turismo, que va con prisas, suele pasarlo de largo sin visitar su soberbio casco antiguo, o sin asomarse siquiera a los valles del interior. ¿No será mejor, a estas alturas, zozobrar en el oleaje de inmensos viñedos verdes que en el de los flotadores de goma turbios en una playa más?
De Benissa, naturalmente, se conocen sus calas, sus bahías, sus acantilados y sus aguas comparables a las de Ibiza, que en un día claro puede divisarse desde aquí. Cuando se ha descendido a la diminuta bahía de Les Bassetes, un lugar mágico, difícilmente podrá olvidar el viajero la insuperable imagen del peñón de Ifach, esa enorme mole de piedra semihundida en el Mediterráneo.
Lo más atractivo de la comarca debe hallarse en las partidas pequeñas y en sus valles tierra adentro; en las terrazas y bancales escalonados con piedras que sostienen en vilo a los almendros; en los huertos de apretados cerezos o en los campos de olivos. De pronto, surge en un rincón elevado el reflejo intenso de un cristal roto: no hay duda de que se trata del mar. Refrescante y salobre, llega el aire de Levante comprimido por la tenaza que forma la sierra de Bernia.
En el pueblo de Benissa, sabio y pragmático por vivir entre el salmonete y la butifarra, las pasas y el nabo, el turismo y la tradición, circula un dicho rotundo y revelador: 'Benissa, polp i misa'. O sea, primero las calorías y después las letanías. O lo que es lo mismo, antes el puchero de pulpo que el cáliz y las jaculatorias. Porque algunos creen que el orden de los factores altera el producto.
Y el producto no conviene arriesgarlo así como así. Hay que saber disfrutarlo, mejorarlo y venderlo. De ahí que Benissa, como Altea, se haya empeñado en proteger lo poco que queda fuera del atropello urbanístico y, como Altea, estación próxima y otro encanto para el viajero, haya vuelto su mirada a la cultura.
Por suerte se aprecian ya los resultados. Con programas compartidos con la Universidad de Alicante (y otros por su cuenta y riesgo), el pueblo ha multiplicado sus actividades culturales y está abierto a cualquier idea o aportación. Quiere atraer a los jóvenes que lo han descubierto a través de concursos y certámenes de artes plásticas. L'Espai Trobat, por ejemplo, propone cada verano un recorrido por las vanguardias de la arquitectura, pintura o escultura, que llegan a las mismas calles del pueblo con un éxito creciente. Ése es, pues, el camino aún por la vía única y estrecha del trenet. El pulpo metió certeramente sus tentáculos en el puchero.
GUÍA PRÁCTICA
- Ferrocarriles de la Generalitat Valenciana (965 26 27 31). Todos los días hay trenes que parten cada dos horas desde Alicante a Denia, de las 6.00 a las 19.00. El trayecto dura dos horas y cuarto y cuesta 6,60 euros.
- Cases de Sant Jaume (966 49 90 75). Partida Paratella, 44. Benissa. La doble, con desayuno, 100 euros. - Hostal Rosa (965 78 15 73). Carretera de Les Marines, kilómetro 1. Denia. 80,84 euros, con desayuno. - Tasca Trenco (965 73 11 81). Juan de Juanes, bajo 2. Benissa. Especialidades: arroces con coliflor, bacalao y espinacas, y caldereta de pescado. Menú, 16,85 euros. - Casa Cantó (965 73 06 29). Avenida del País Valencià, 223. Benissa. Arroces y pescados. Menú, 22,75.
- Turismo de Denia (966 42 23 67). - www.alicanteturismo.com y www.denia.net.
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