La tercera mujer
En el pasado mes de mayo han llegado juntos a las librerías dos libros protagonizados y escritos por mujeres, que se ofrecen, a primera vista, como interesantes lecturas de verano. Se trata de Malas, de Carmen Alborch, e Historia de Carmen [Díez de Rivera], de Ana Romero.
Dos mujeres que no sólo coinciden en el nombre de pila sino que, además, las dos han optado por el compromiso político progresista, han permanecido solteras y se han distinguido por poseer una personalidad poco común. Pero más allá de estas coincidencias no desdeñables, ambas se nos revelan con características bien diferenciadas.
No conozco personalmente a Carmen Alborch, y antes de iniciar la lectura de su último libro, Malas, tenía de ella una visión formada a través de su aparición directa en los medios de comunicación, por sus artículos siempre dotados de una cierta luminosidad vital o por lo osado de algunas de sus decisiones, como fue la abortada iniciativa de devolver los archivos expoliados por las tropas franquistas después de la ocupación de Cataluña. Esta visión se me ha reforzado después de cometer el atrevimiento de asomarme a su libro Malas, y digo atrevimiento porque, pese a que su lectura es recomendable al margen de la condición sexual del lector, es difícil para los hombres sumergirse en sus páginas sin desprenderse de la sensación de haberse introducido en un concurrido y unisexual tocador de señoras. Todo en el libro, reflexiones, críticas y consejos, está profesoralmente dedicado en primera intención a las mujeres, desde la erudición, la energía y la convicción que intuitivamente uno había ya adivinado como elementos característicos de la personalidad de la profesora Alborch, quien, todo y dejar claro en su obra que los enfrentamientos entre mujeres son fruto de la competitividad a la que las impulsa una sociedad creada por los hombres -en la que, por cierto, Carmen se mueve como pez en el agua-, siempre se dirige a ellas, mientras las estimula a ejercer la autocrítica y a buscar la salida colectiva del círculo vicioso creado por el machismo, de cuya supervivencia, como diría Sartre, todos somos mitad víctimas y mitad culpables. Pese a la cascada de referencias que van de la tragedia teatral a la filosofía, de la literatura a la investigación científica, y que en las últimas páginas se resumen en un índice bibliográfico con más de 400 notas, la autora no pierde el hilo argumental que nos anuncia en las primeras páginas y que la lleva a poner en evidencia que la acepción de 'malas' a la que se acoge 'alude esencialmente a las relaciones entre mujeres en un mundo construido por y para hombres, en el que la lucha ha masculinizado (...) algunos de sus hábitos, formas de comportamiento y recursos (...) desde la pueril concepción masculina del éxito y el triunfo'. Con todo, después de ser invitado a mil sabias reflexiones y lograr atravesar el último capítulo dedicado a 'nosotras y ellos', es decir, a los malos y a las malas, el libro finaliza, como no podía ser de otra manera, invocando un futuro esperanzado y haciendo una llamada a no perder el sentido del humor.
Alborch y Díez de Rivera coinciden como autoras, progresistas y por una personalidad poco común
Conocí a Carmen Díez de Rivera en dos etapas de su vida. Primero, durante el periodo más inseguro y más problemático de la transición, periodo por el que discurrió con intuición política y una cierta ingenuidad que la llevaron, con toda probabilidad, a desempeñar un papel positivo en las decisiones de Adolfo Suárez, en especial las relacionadas con la legalización del Partido Comunista, pero que también estuvieron en la base de su pronta defenestración. Años después, compartí hemiciclo con ella, elegida eurodiputada en el Parlamento Europeo, madura ya en esta etapa y marcada por una trayectoria en que había acumulado experiencias amargas que en sus aspectos más dolorosos se habían iniciado tempranamente en su juventud. Carmen irradiaba una cierta confrontación perma
manente contra todo lo que le parecía injusto, era implacable con quienes consideraba serviles y solidaria sin resquicios con las buenas causas y con quienes las defendían. Contemplada en su conjunto daba la impresión de no encontrarse plenamente cómoda con su entorno. Ahora, poco tiempo después de su muerte, Planeta ha publicado Historia de Carmen, un libro escrito por Ana Romero, la tercera mujer de este comentario, que ha compuesto a base de conversaciones con Carmen, la transcripción de cintas, la reproducción de comentarios de amigos conocedores de Carmen y opiniones de la autora un feliz ensamblaje que nos devuelve a Carmen a quienes la conocimos con una dimensión global que nos ayuda a comprenderla mejor, y que ofrece a quienes no la conocieron la historia interesante de una mujer que perteneció a la generación de los hijos de los vencedores de la guerra civil que renunciaron a la victoria que les ofrecieron sus padres y apostaron por la democracia.
Pero además la vida de Carmen aparece limitada por dos hechos que marcan ambos extremos. El primero en su adolescencia, la boda frustrada con su hermanastro, hijo de Serrano Suñer, situación que no le revelaron hasta el último momento, y el segundo, al final, el ver cómo se iba agotando día a día, víctima de un cáncer que siempre consideró que en buena parte fue fatal por incompetencia del médico que la asistió. Ana Romero trata la singular trayectoria de Carmen sin concesiones melodramáticas, en un tono de serenidad no exento de ternura que conjuga armoniosamente todas las piezas con las que ha trabajado.
En resumen, dos libros de remarcable interés, fruto de la inteligencia de tres mujeres, que nos invitan a prolongar la lectura con la reflexión.
manente contra todo lo que le parecía injusto, era implacable con quienes consideraba serviles y solidaria sin resquicios con las buenas causas y con quienes las defendían. Contemplada en su conjunto daba la impresión de no encontrarse plenamente cómoda con su entorno. Ahora, poco tiempo después de su muerte, Planeta ha publicado Historia de Carmen, un libro escrito por Ana Romero, la tercera mujer de este comentario, que ha compuesto a base de conversaciones con Carmen, la transcripción de cintas, la reproducción de comentarios de amigos conocedores de Carmen y opiniones de la autora un feliz ensamblaje que nos devuelve a Carmen a quienes la conocimos con una dimensión global que nos ayuda a comprenderla mejor, y que ofrece a quienes no la conocieron la historia interesante de una mujer que perteneció a la generación de los hijos de los vencedores de la guerra civil que renunciaron a la victoria que les ofrecieron sus padres y apostaron por la democracia.
Pero además la vida de Carmen aparece limitada por dos hechos que marcan ambos extremos. El primero en su adolescencia, la boda frustrada con su hermanastro, hijo de Serrano Suñer, situación que no le revelaron hasta el último momento, y el segundo, al final, el ver cómo se iba agotando día a día, víctima de un cáncer que siempre consideró que en buena parte fue fatal por incompetencia del médico que la asistió. Ana Romero trata la singular trayectoria de Carmen sin concesiones melodramáticas, en un tono de serenidad no exento de ternura que conjuga armoniosamente todas las piezas con las que ha trabajado.
En resumen, dos libros de remarcable interés, fruto de la inteligencia de tres mujeres, que nos invitan a prolongar la lectura con la reflexión.
Antoni Gutíerrez Díaz es miembro de IC.
Antoni Gutíerrez Díaz es miembro de IC.
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