¡Qué pena de toros!
La primera noticia es que hubo toros, una corrida bien presentada, de reses cortejanas, que, sobre todo, se comportaron como tales. A excepción del primero, nada de toros parados, sino reses prontas que acudían con presteza y necesitaban del mando, del cargar la suerte, del marcarle el camino, adelantando la muleta y rematando abajo. La torería actual ha hecho una hoguera con las tauromaquias.
Finito es un torero que se presta al chiste fácil y es hora de reconocerle su depurada técnica para matar lo que le echen sin descomponerse ni, a penas, torear. Sus picadores lo son en sentido estricto: convierten en hamburguesa cualquier cosa, mientras que hay que reseñar la habilidad del matador para colocarse fuera de cacho, irse al rabo con prontitud y asesinar en los bajos sin que, al parecer, sienta nada de vergüenza. Lo mejor de Finito es Curro Molina.
Domecq / Finito, Barrera, El Juli
Toros de Ganadería Marqués de Domecq, bien presentados, especialmente bravos 2º y 6º. Finito de Córdoba: silencio y bronca. Vicente Barrera: ovación y oreja protestada. El Juli: división de opiniones y dos orejas. Plaza del Puerto de Santa María. 4ª de abono. 28 de julio. Tres cuartos de entrada.
El segundo, el más bravo, tuvo mala suerte en el sorteo: Barrera destoreó, renunció al temple y llevó a la res por la periferia, atravesándola arteramente. En quinto se produjo con la alegría propia de un oficio de difuntos.
El Juli dio en el tercero un recital de ineficacia lidiadora, en el que sólo faltó que el toro, que acabó campando por sus respetos, le pegara dos cachetes. En el sexto hubo triunfo porque tenía que haber algo. Toreó tan de lejos como Finito y sólo sacó una serie limpia, acompañada de tal cual pase suelto, que fue dando al traste con la operación. Mató dando dos pasitos para salvar el pitón y meter el brazo.
Babelia
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