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Columna
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Indecencia

Ese populista demócrata de Ohio a quien el Congreso de los Estados Unidos expulsó de su escaño la semana pasada, abrumado por las acusaciones de soborno, estafa, evasión de impuestos y obstrucción a la justicia, se llama James A. Traficant, un apellido inverosímil, como sacado de una mala película de gánsteres, para un político corrupto que tenía negocios con la mafia desde sus tiempos de sheriff en Youngstown, en los años ochenta. Los populistas de por aquí, desde luego, no suelen llamarse Traficant, pero los escándalos, las investigaciones judiciales y hasta las condenas jalonan con el tiempo sus andanzas y delimitan el territorio oscuro de una impunidad insostenible. Orihuela no es Youngstown, aunque las dos sean ciudades pequeñas donde la representación política se pudre, estancada en la misma balsa durante muchas décadas. En Orihuela, al poder le falta mucho oxígeno. En Orihuela, además de negocios poco claros, hay un ex alcalde condenado por apropiación indebida y otro imputado ahora en el supuesto intento de soborno a un concejal. Por Orihuela y por toda la comarca de La Vega Baja se mueve un empresario condenado por comprar votos para su partido; por tratar de encubrir, con una falsedad documental, al alcalde condenado; por tenencia ilícita de armas... También está imputado con el actual primer edil en el caso del supuesto intento de soborno. Una sociedad de ese empresario, que explota concesiones de recogida de basuras en la ciudad y la zona, ha sido seleccionada por el Ayuntamiento, en unión con otras dos empresas, para construir y gestionar una residencia de ancianos, aunque para ello haya habido que forzar el sentido común al justificar que Ángel Fenoll no está incurso en incompatibilidad alguna. La confianza en quien administra los asuntos públicos a cuenta de los ciudadanos se deteriora cada día más en un lugar donde el PP gobierna desde que no era aún ni un asomo de alternativa de poder en España, pero nada hace pensar que el fenómeno genere incomodidad en sus filas, ni que suscite escrúpulos sobre el estándar ético de la actividad política. ¿No hay nadie en el PP a quien todo eso le parezca indecente?

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