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Reportaje:TOUR 2002 | 15ª etapa

Y todavía quedan dos en los Alpes

La etapa reina, con el Galibier, la Madeleine y La Plagne, se ofrece para lo que guste a Armstrong

Carlos Arribas

Media hora antes de que el increíble Botero, el hombre más feliz del mundo, lanzara besos y rezos a Dios y al mundo, levantara los brazos, cruzara vencedor la meta de Deux Alpes, Erwin Vallarta, el guardaespaldas tejano de origen filipino, ya estaba allí, tranquilo y vigilante, la sonrisa inescrutable en los labios. La sombra de Armstrong ya estaba allí, en la puerta de atrás del podio, de la enorme concha en la que cada tarde Bernard Hinault le abrocha a su jefe el maillot amarillo. Tarea de rutina. Nadie entiende el Tour de otra manera. A Armstrong le queda por subir media ascensión a Les Deux Alpes y ya todo el mundo sabe que no desfallecerá, que no habrá crisis ni crac, que Armstrong invierte en Bolsa pero no es Wall Street. Y así es. Pasa Botero y pasan los supervivientes de la escapada matinal. Pasa Beloki, que se ha permitido un lujo de cara a la galería, atacar a 800 metros a Rumsas para reforzar su segunda plaza, pasa antes Rumsas y pasa después Armstrong. Los tres del podio juntos, y Armstrong de amarillo. Todo juega a su favor, todo el mundo lo sabe, pero él hace como que no.

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Poco después, Vallarta siempre tras él, Armstrong baja del podio, sale por la puerta trasera vestido de amarillo, una rutina que repite por sexta vez este Tour, 41 veces en su carrera, pero esta vez es todo diferente. Por primera vez, alegre, sonriente, relajado, tranquilo, amable y consentidor, Armstrong se para a hablar con la prensa de todo el mundo. Habla sin prisas, para enojo de su gente, agentes de prensa, representantes, invitados y guardaespaldas, y habla en idiomas. En castellano, lento y trabajado, con los españoles; en francés, lento trabado, con los francés; en inglés, su inglés americano, con todos. 'Oh, hoy el público ha estado magnífico, la afición ha estado muy simpática conmigo', dice en inglés. Se siente profundo, ayer fue un día especial, parece, y profundiza. 'Creo', dice con su voz de filósofo, su pose de filósofo de lo cotidiano, sus ojos de pensador moderno, 'que en Francia hay muchas regiones y que en cada región la gente es diferente'. Obviamente no profundiza en el tema de que los Alpes, como todo el mundo sabe, son holandeses igual que los Pirineos son vascos. Que los franceses se quedan en el Ventoux para insultarle y dibujarle jeringuillas en el suelo.

Los Alpes son también el último punto fuerte del Tour, un terreno en el que Armstrong tendría que llevar, como anunció previamente, una táctica defensiva. 'Se trata de ganar el Tour, la diferencia de tiempo es lo de menos' dijo. 'No se trata de acabar con el equipo' . Y aun así, aun planteando una táctica menos agresiva, aun dejándose de ataques, aun permitiendo que la fuga del coloso Botero y sus amigos alcanzara tranquilamente los 10 minutos, su equipo sufrió. Mantuvo el tipo tres cuartos de etapa pero llegada la última ascensión, crac. 'Mi equipo funcionó bien', se justificó Armstrong en español. Pero no tanto. Pero, 'no problem': las luchas tácticas de los secundarios siempre juegan a favor del principal. Y así, al igual que camino del Ventoux la colaboración del Rabobank y el CSC, metidas de cuneta, pelotón a rastras, le permitió ahorrar energías, ayer fue la coincidencia de intereses del ONCE-Eroski, la táctica de Manolo Saiz, la que le llegó como árnica. 'Estuvimos un poco pendientes de Igor', dijo Beloki, 'que no tuvo un buen día'. Eso significó que a mitad de Deux Alpes las tropas rosas (Pradera, Serrano, Jacksche, Azevedo) no se dedicaran a hacer sufrir a Armstrong, colocándose a su rueda, por ejemplo, sino que se pusieron por delante para marcar un ritmo suave para Igor.

Lo que no impidió que a falta de cinco kilómetros, Mancebo, que sabe atacar y ataca cuando puede, se lanzara a buscar el cuarto o el tercer puesto, con lo que, de paso, desnudó al ONCE-Eroski. Salió Azevedo a por el de Navaluenga, pero fue el Rabobank el que cazó desde atrás. Lo cual no impidió que al final Beloki se fuera a por Rumsas e Igor sufriera atrás. Por lo que Beloki dijo, un día más: 'Hay que ser realistas. Sólo se puede luchar por la segunda plaza'. A lo que Armstrong, en castellano, respondió: 'No me fío, no me fío, hay que desconfiar siempre'. Y así llegan hoy a la etapa reina, a la de los colosos e interminables alpinos Galibier, Madeleine y La Plagne.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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