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La Groove Parade puso a bailar a 18.000 personas en el desierto de los Monegros

El gran encuentro de música electrónica ofreció 16 horas de fiesta sin incidentes

Un parque temático de quita y pon en mitad del paisaje. Donde los campos de trigo lindan con el desierto y la tierra levanta su queja en forma de polvo. Allí está la Groove Parade, la fiesta electrónica que concluyó el domingo a la hora de los berberechos. Comenzó la víspera aún siendo de día, y a lo largo de su desarrollo congregó a 18.000 personas, 6.000 más que el año anterior. Más de 16 horas de juerga sin incidentes para una multitud que con su presencia refrendó la iniciativa impulsada por la discoteca Florida 135: bailar en el desierto.

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Los Monegros acoge desde hoy una original fiesta de música electrónica

Al concluir la rave todo eran caras de satisfacción. Sólo se canceló una actuación, la de Derrick May, y al margen de ciertas aglomeraciones en los accesos, falta de luz en algunas zonas, áreas de polución sonora entre los escenarios y una pésima señalización, el dispositivo desplegado para dar cabida a la multitud respondió. Las miles de personas que ya se encontraban en el recinto a primeras horas de la noche pudieron deambular por una extensión que ofrecía seis ámbitos con una oferta musical que pretende ir más allá del techno. La realidad, tozuda, acabó laureando precisamente al techno, que en manos de Mulero, Molina, Hawtin o Acquaviva escribió el guión de la noche. Entretanto, el escenario destinado a las propuestas más sedosas, tipo Jazzanova o Rainer Trüby, fue perdiendo público a medida que el 4x4 reclamaba atención desde otras carpas.

Porque en esa disneylandia de la electrónica en la que regalan gafas de sol al entrar y se cena carne a la brasa, las familias van a dejarse arrollar por el techno más rocoso. Ritmos cabalgando sobre ritmos y crescendos controlados por el pinchadiscos en pos del éxtasis final.

Melero lo hizo de libro, igual que Molina. También Sideral, blandiendo su brazo derecho vendado mientras redoblaba el ritmo de su sesión pinchando electrónica con estribillos. Fueron precisamente los estribillos los que abrieron el Groove Parade con actuaciones como la de Sidonie. Pero el público guardó su entrega para Fangoria, que, con una Alaska estelar, evitó que el pleno de los éxitos fuese a parar a los pinchadisos. El pop también brilló en Los Monegros.

Pasadas las primeras horas de la noche, la oferta musical se tornó más pétrea. Techno y techno-house. El único oasis temporal estaba en el escenario Row, situado en el interior de la única construcción que hay en la finca. Allí estaba Fabio protagonizando una sesión estupenda. Los sonidos de la jungla pasados por la electrónica más nerviosa: drum & bass. Bajos elásticos, voces de soul y ritmo en permanente repiqueteo. Los altavoces vibraban y parecían mover a los bailarines. Aún era de noche. Fueron los mejores momentos de la celebración. Los instantes más imaginativos y evocadores.

Entretanto, el público seguía de fiesta mayor. Muchos se hacían fotos como en el Monasterio de Piedra,y los que no, compraban camisetas para recordar la noche. Con el sol aparecieron las gafas, un helicóptero que curioseaba y porciones de fruta devorada para eliminar el polvo de la garganta y el vacío del estómago.

Se acababa la fiesta, una fiesta que ya es todo un acontecimiento estival en plena periferia.

HERMINIA SIRVENT

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