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LECTURA

El universo mágico del 'hobbit'

Para Tolkien, los años treinta y cuarenta fueron las décadas más creativas de su vida. Fueron los años en que florecieron sus ideas, inspiraciones y obra literaria. Fueron los años en que aquellas ideas sueltas e inconexas para cuentos infantiles se moldearon hasta cobrar una forma que llegaría a un público mucho más amplio. Fue también la época en que afianzó de una vez por todas su carrera de escritor.

No se sabe exactamente cuándo empezó a escribir El hobbit. Ni siquiera lo sabía el propio Tolkien. Como había pasado con El señor Bliss, Roverandom o Cartas de Papá Noel, empezó siendo un cuento infantil para contar a los niños a la hora de dormir. Suponemos que tras la inspiración inicial de aquel momento en que estaba corrigiendo exámenes, Tolkien posiblemente le dio vueltas a la idea y dejó que floreciera como cuento oral, que a continuación puso por escrito. En 1937, meses después de la primera edición de El hobbit, Christopher Tolkien mencionó en su carta a Papá Noel que su padre les había leído El hobbit a sus hijos años atrás, y que sólo le faltaba el final por pasar a máquina. Por eso podemos concluir que la concepción original del libro data en torno a 1931.

'Tolkien'

Michael White

Ediciones Península / Atalaya

Sus personajes habitan en un mundo en el que lo mágico es lo real, en el que basta creer en algo para que pase. El espíritu cristiano está por todas partes
'El Silmarillion' y 'El Señor de los Anillos' vendrían a ser, juntos, una historia alternativa del mundo que termina justo antes del comienzo de la historia conocida. Es posible que Tolkien tuviera en mente una especie de leyenda atlántica

Después de la propia familia de Tolkien, C. S. Lewis debió de ser la primera persona que leyó la historia de El hobbit. Se sintió fascinado desde el primer momento. En una carta a su amigo Arthur Greeves decía lo siguiente: 'Desde que empezó el curso estoy leyendo con deleite un cuento infantil escrito por Tolkien. Te he hablado de él en otras ocasiones: este hombre que, si el destino lo hubiera querido, habría podido ser el tercero en nuestra amistad de los viejos tiempos, porque también él creció con W. Morris y George Macdonald. Ha sido muy curioso leer este cuento. Es exactamente lo a que ti y a mí nos hubiera encantado escribir (o leer) en 1916. Da la sensación de que no es una invención suya, sino que se ha limitado a describir ese mismo mundo al que tenemos acceso nosotros (...). Otra cosa muy diferente es si es o no es realmente bueno y, más aún, si tendrá éxito entre los niños de ahora'.

Retazos de su infancia

La infancia de Tolkien, los libros que leyó de niño, sus juegos llenos de fantasía e imaginación fueron una importante fuente de inspiración para El hobbit. En un nivel superficial podemos encontrar pistas e indicadores que nos hablan de aquellos años de infancia: tía Jane vivía en una casa en el campo, en Worcestershire, que los lugareños conocían como Bag End, y en los cuentos de Andrew Lang aparecían muchos dragones. Tolkien había escrito sobre dragones en sus primeros cuentos infantiles, los que escribió cuando era profesor en Leeds. Más significativa es la serie de poemas que tituló Cuentos y canciones de Bimble Bay, uno de los cuales, 'La visita del dragón', describía el ataque de un dragón a Bimble Bay mientras éste dormía, y en él aparecía también una tal miss Biggins. Por otra parte, resulta evidente que El hobbit se benefició en gran medida del espíritu de las cartas de Papá Noel. Los amigos de la familia que las habían leído y que entendían de literatura se dieron cuenta de ello. Uno de ellos, una compañera filóloga, Simonne d'Ardenne, comentó tiempo después: 'Aquellas cartas tan preciosas están en el origen de El hobbit, que pronto le haría famoso, y son el punto de partida de su posterior cuento de hadas para adultos, la gran trilogía de El Señor de los Anillos'.

Cuando Lewis decía: 'Da la sensación de que no es una invención suya, sino que se ha limitado a describir ese mismo mundo al que tenemos acceso nosotros', lo que quería decir era que Tolkien (igual que él y que supuestamente Greeves) conservaba en su mente las indelebles imágenes de un mundo de fantasía creado y cultivado en la niñez. Nadie mejor que Tolkien para crear un personaje como Bilbo y un lugar como el Shire.

Cuando sus libros se hicieron famosos, Tolkien no tenía reparos en declarar que él mismo era un hobbit. Lo decía medio en broma, pero hay una cierta similitud entre el carácter de Tolkien y el de un hobbit típico. De hecho, en muchos aspectos, Tolkien no era muy diferente de Bilbo Baggins. Tolkien era un hombre que desconfiaba del siglo XX y que a veces lo despreciaba; era una especie de Luddite que creía que la ciencia y la tecnología no habían contribuido a mejorar a la humanidad en absoluto; se negaba a usar coche, hasta que lo necesitó verdaderamente por razones prácticas y Edith [su esposa] por fin se salió con la suya (y, aun así, lo vendieron a los pocos años); nunca tuvo una televisión y sólo en contadas ocasiones escuchaba la radio; le desagradaban la literatura, la música y el teatro modernos, y no tenía tiempo para la política del momento. Podría decirse que en realidad no deseaba vivir en el mundo moderno, y que esa actitud de rechazo fue en parte un estímulo para su creatividad: prefería mil veces más el mundo de la Tierra Media.

Sin embargo, en un nivel más prosaico, el hobbit es un personaje tipo, como lo eran muchas de las personas a las que Tolkien conoció de joven. En efecto, los hobbits toman como modelo unos tipos casi extintos de hombres y mujeres ingleses, son una especie de caricaturas de la clase media en la época anterior a la II Guerra Mundial, como los actores de las películas británicas de antes de la guerra (por ejemplo, el matrimonio de Brief encounter, o Richard Hannay, el héroe de Treinta y nueve escalones).

Bilbo Baggins es un inglés de clase media que, igual que Tolkien, desconfía del progreso y de la innovación. A Bilbo lo que le gusta es fumar en su pipa y hundirse en su sillón, y sólo de manera paulatina se deja convencer para participar en lo que podríamos llamar aventuras. Pero entonces, cuando decide participar, se transforma en un héroe, la sangre del Somme corre por sus venas. Un hobbit como Sam Gamgee representa al inglés proletario, al Tommy de las trincheras, al vendedor ambulante o al ayudante del carnicero que, silbando despreocupado, acude cada día al puesto de trabajo.

Un agujero en la alfombra

El hobbit empezó con un golpe de inspiración, un momento de revelación tal vez, como dice la leyenda, en el que Tolkien se dejó llevar por la imaginación cuando vio un agujero en la alfombra de su estudio. Pero a partir de aquel impulso creativo inicial empezó a pensar marcha atrás: 'En un agujero del suelo vivía una vez un hobbit'. Muy bien, pero ¿qué es un hobbit?, ¿y por qué vivía en un agujero en el suelo?

Para dar respuesta a estos interrogantes, Tolkien debía retrotraerse en la historia hasta averiguar quiénes eran esas criaturas y poder así dotarlas de unos rasgos característicos. Y en este crisol mezcló las imágenes de las personas que conocía: los parientes de Birmingham, los estoicos estudiantes de Leeds, los reclutas de las trincheras con los que le habría gustado entablar amistad, los profesores de High Table, el tendero del mercado cubierto del centro de Oxford.

El manuscrito de El hobbit pasó una buena temporada incompleto y medio olvidado en un cajón. Y no habría visto nunca más la luz si a Tolkien no se le hubiera ocurrido la feliz idea de abrir aquel cajón y prestárselo a unos cuantos amigos de confianza, como el propio Lewis.

En una versión anterior, Bilbo pretendía colarse en la guarida del dragón Smaug para apuñalarlo, y también había otros detalles importantes diferentes: el dragón se llamaba Pryftan, y el nombre de Gandalf correspondía al jefe de los enanos, mientras que el brujo se llamaba Bladorthin. Es posible que el nacimiento de The Inklings animara a Tolkien a desempolvar el manuscrito, pero lo cierto es que aún no había escrito los capítulos finales y la historia se desvanecía en el momento en que el dragón está a punto de morir, sin dejar claro qué ocurría al final. Probablemente el brujo pasó a llamarse Gandalf en lugar de Bladorthin tras las lecturas en el apartamento de Lewis, puesto que Tolkien decidió inspirarse en el Elder Edda, una colección de poemas islandeses antiguos, para denominar a todos los enanos. (...)

Debemos explorar más de cerca algunos de los temas y conceptos que forman el tejido de la Tierra Media. Debemos tratar de responder a una plétora de cuestiones que se le plantean a cualquiera que lea El Señor de los Anillos y El Silmarillion. Algunas de estas preguntas serían enigmas como: ¿dónde está la Tierra Media?, ¿se corresponden de alguna manera las edades de la Tierra Media con la historia de la Tierra?, ¿por qué entre el millón de palabras o más que escribió Tolkien sobre el tema de la Tierra Media la palabra dios no se menciona ni una sola vez?, ¿Tolkien quiere transmitir un mensaje a través de su obra y de sus descripciones de un mundo mítico? Si es así, ¿cuál es ese mensaje? Y en última instancia tenemos que tratar de responder a la pregunta que quizá irritó a Tolkien más que ninguna otra relacionada con su obra: ¿el mundo mitológico de Tolkien es alegórico?

El mapa de la Tierra Media

La Tierra Media es, sin lugar a dudas, una versión distorsionada de la Tierra. Específicamente, los países en los que transcurre El Señor de los Anillos son una versión deformada de Europa. El propio Tolkien lo dejó claro. Cuando se le preguntó sobre la geografía de la Tierra Media respondió: 'Rhûn es la palabra elfina para Oriente. Asia, China, Japón y todo lo que los occidentales consideran como lejano, remoto. Y al sur de Harad está África, los países cálidos'. Cuando alguien repuso que entonces la Tierra Media podría ser Europa, Tolkien replicó: 'Sí, claro. Europa noroccidental..., que es de donde procede mi imaginación'. Y cuando un periodista le preguntó dónde estaba Mordor, Tolkien respondió: 'Más o menos por los Balcanes'.

Los hobbits son ingleses, y el Condado es una imagen de Inglaterra. Clyde Kilby, un periodista que pasó algún tiempo con Tolkien en los años sesenta, conoció este detalle directamente por el autor. 'Cuando le pregunté si en las edades primeras había hobbits', relató Kilby, 'me dijo sin más rodeos que no, porque los hobbits eran ingleses, comentario que confirma las delineaciones geográficas y al mismo tiempo tiene unas implicaciones de naturaleza temporal muy profundas. En cuanto a la geografía, un día íbamos en coche por un paraje a unos kilómetros al este de Oxford, por la carretera de Londres, cuando Tolkien señaló unos cerros que quedaban al norte de donde estábamos y dijo que eran el territorio ideal para los hobbits'.

Si echamos un vistazo al conjunto del tejido podríamos deducir que Númenor se encuentra en el lugar que ocupaba la legendaria Atlántida o tal vez Mu, una leyenda aún más antigua. Se decía que la civilización de los atlantes era muy avanzada, y que eran superiores al hombre común e incluso poseían poderes místicos. Cuando le preguntó dónde estaba Númenor, Tolkien no dudó: 'En medio del Atlántico'. Curiosamente, las investigaciones más actuales señalan que posiblemente la Atlántida, Mu o alguna otra civilización antigua florecieron en una isla en medio del Atlántico.

El Silmarillion y El Señor de los Anillos vendrían a ser, juntos, una historia alternativa del mundo que termina justo antes del comienzo de la historia conocida. Es posible que Tolkien tuviera en mente una especie de leyenda atlántica, además del paradigma escandinavo. Según cuenta la leyenda, los atlantes disfrutaban de una longevidad mucho mayor que la de los humanos que les sucedieron y eran muy hábiles y magníficos marineros. Hay quien dice que colonizaron Europa e incluso plantaron la semilla de la civilización egipcia. En El Silmarillion, los númenors, a los que los valar habían impedido viajar al oeste hacia las Tierras Eternas, se dirigen hacia el este, hacia la Tierra Media, durante la Segunda Edad y empiezan a colonizarla. También ellos tienen una longevidad mayor que otros hombres y gozan de un elevado grado de civilización.

Religión y leyendas

Las leyendas antiguas nos cuentan igualmente que los atlantes llegaron a creerse capaces de todo, y que Dios, en su ira, destruyó su civilización sumergiéndola bajo las olas. Al final de la Segunda Edad, los númenors, encabezados por su rey Ar-Pharazôn, amenazan a los valar con violar la Prohibición y navegar rumbo a Occidente con una gran armada. Los valar, entonces, acuden al Único para que les ayude a destruir a los númenors y toda su civilización.

Tolkien consideraba su mitología como una obra profundamente religiosa y percibía El Señor de los Anillos como una historia cristiana, incluso católica. Pero es difícil llegar a esa conclusión tras una primera lectura, ya que la Tierra Media se presenta como un mundo enteramente pagano. La única especie de rezo existente sería el de un sujeto débil o impotente que necesita ayuda desesperadamente (como Sam Gamgee en Mordor) e invoca a unos semidioses o semidiosas, seres más poderosos que él, como Galadriel o Lúthien Tinúviel. Pero no se reza ante la tumba de un guerrero, ni hay en la Tierra Media iglesias ni capillas, y los únicos libros sagrados son las crónicas de tiempos pasados. Pero aun así hay ciertos apuntes de religiosidad, e incluso podría decirse de ortodoxia cristiana.

El Silmarillion describe al Único y presenta una Creación alternativa antes de narrar lo que sucede en la Primera y Segunda Edad, las aventuras de los elfos y los hombres, y su primera lucha contra Morgoth y Sauron. Pero si Tolkien pretendía con ello dotar su mitología de un sutil trasfondo religioso, parece hacerlo de una manera bastante confusa, ya que el lector recibe mensajes de diferente naturaleza y a veces incluso contradictorios.

Este aspecto resulta evidente sobre todo cuando intentamos clasificar muchos de los personajes principales e incluso los objetos que desempeñan un papel fundamental en la historia. Frodo da muestras de poseer cualidades parecidas a las de Cristo: es el portador del Anillo, carga con la cruz, y es tentado en la Grieta de la Muerte, igual que Cristo sufre también la tentación. Sauron y Melkor (o Morgoth) son figuras del infierno, claramente.

Morgoth sería el valar caído o ángel caído, y Sauron sería el maiar caído, un diablo llamado por otro nombre. También está claro que Gandalf es una figura de profeta, pero ¿y Galadriel? Sólo aparece brevemente, pero es una presencia poderosa a lo largo de toda la segunda parte de El Señor de los Anillos. Es una de los noldor caídos en desgracia que desobedecieron a los valar durante la Primera Edad, pero también es cierto que tiene algo de Virgen María.

La única finalidad de estas coincidencias sería presentar una especie de mensaje oculto muy sutil. Tolkien impone su fe a un mundo pagano: sus personajes se desenvuelven en un vacío no cristiano, pero su recreador es capaz de hacerlos actuar en un marco de tiempo que sí lo es (al fin y al cabo, el autor es quien tiene la última palabra).

Más allá de esto, cuando Tolkien afirmaba que su obra era de naturaleza cristiana e incluso católica se refería al sentido de gracia que atraviesa toda la historia. Sus personajes habitan un mundo en el que lo mágico es real, es decir, un mundo en el que basta creer en algo para que pase. No es una mera cuestión de fuerza de voluntad o de determinación, sino del pensamiento transformado en fenómeno físico. En la Tierra Media, creer verdaderamente en algo puede superar el flujo de lo real y distorsionar la sucesión de causa y efecto. Y aunque en la ficción de Tolkien no hay nada específicamente cristiano -ni Biblias, ni crucifijos, ni altares-, lo cierto es que el espíritu cristiano está por todas partes. El núcleo esencial de la historia es el bien frente al mal, el triunfo del bien; pero también trata de sacrificio, tentación, autodeterminación y libre albedrío. El amigo y defensor de Tolkien, W. H. Auden, lo sabía y lo destacó diciendo: 'Las presuposiciones implícitas en El Señor de los Anillos son cristianas'. El escritor Edmund Fuller opinaba que 'en la historia hay un gran contenido referente a la gracia' y que 'a lo largo de ella se van cumpliendo una serie de profecías'.

La devoción católica de Tolkien fue quizá una de las cosas más importantes de su vida. Casi era un cristiano fanático, rasgo que cualquiera podía percibir al poco tiempo de conocerle.

La máquina

Otro aspecto muy característico del sentir de Tolkien era su percepción de la vida moderna y de la necesidad constante de progreso tecnológico, que en su opinión sólo generaban destrucción. Sus firmes creencias ecologistas no eran de naturaleza política, sino el producto de una profunda desazón personal respecto de muchos de los artilugios con que se adorna la vida moderna y de su desconfianza del siglo XX. 'El mundo moderno no le gustaba', ha señalado su hijo Christopher. 'Para él, el mundo moderno estaba representado sobre todo por la máquina. Una de las cuestiones subyacentes de El Señor de los Anillos es la máquina'. Pero ha habido descripciones más contundentes de su actitud en contra de la vida moderna, como la del crítico Roger Sale, que dijo: 'Tolkien siempre ha hablado (...) como si sólo un loco o un desequilibrado pudiese contemplar el siglo XX sin llenarse de espanto'. O la del escritor Paul Kocher, que declaró: 'Tolkien era ecologista, adalid de lo extraordinario, enemigo del progreso, amante de lo artesanal y pacifista mucho antes de que todas estas actitudes se pusieran de moda'. (...)

Resulta evidente que Tolkien se sirvió de El Señor de los Anillos para arremeter contra lo que más odiaba: los defensores de la tecnología, los abogados de la modernización, los contaminadores y los consumidores insaciables. Creó un mundo alternativo tremendamente creíble, sin tecnología. John Clute lo describió como un 'contramito exhaustivo de la historia del siglo XX'.

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