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GREC 2002

Marcel.lí Antúnez busca la poesía a través de la robótica en 'Pol', su último espectáculo

La producción se presenta en el Mercat de les Flors desde mañana hasta el sábado

En unos tiempos en que, como él mismo dice, 'se han banalizado los contenidos extremos' y ya a nadie escandalizan, al artista Marcel.lí Antúnez no le interesa buscar la provocación del público. Afirma que, en su lugar, ha llegado el momento de iniciar nuevos caminos. En concreto, 'de recuperar la poesía, porque ya hay demasiado ruido'. Eso es lo que intenta con Pol, el espectáculo dirigido e interpretado por él que estrena mañana en el Mercat de les Flors, donde podrá verse hasta el sábado. Y lo hace desde un universo propio plagado de robots, de ordenadores y de personajes visuales.

Pol afianza a Antúnez en un territorio en el que, reconoce no sin cierto pudor, es pionero y, de momento, explorador único. Es un terreno nacido del encuentro entre la electrónica y la informática; técnicamente se le denomina mecatrónica y por este motivo el montaje lleva el subtítulo de 'espectáculo mecatrónico'. El propio Antúnez y Piero Steiner, convenientemente ataviados con sus respectivos exoesqueletos (una suerte de coraza de alta tecnología), son los dos actores de esta historia (la actriz Sílvia García tiene una presencia virtual) en la que intervienen también cinco robots, uno de ellos autónomo. El espectáculo se desarrolla en un espacio delimitado por tres grandes patallas y tiene un componente interactivo.

Pero más allá de toda esta galería de robots, aparatos y cables, Pol es un cuento, la historia de amor entre un conejo enamorado de una princesa virtual, que bebe de las fuentes del género y de su posterior desarrollo por la factoría Disney. Antúnez los ha refrescado leyéndoselos a su hija y viendo con ella 'muchas veces' películas como La sirenita y Bambi. La suya es, lo reconoce, 'una fábula transgresora' en la que el Pol del título, un conejo (Steiner) se enamora de una princesa adicta a las salchichas (García), pero el amor entre ambos topa con un firme obstáculo: la oposición de Cervosatán (Antúnez), padre de la chica. Es transgresor en el sentido de que no tiene el claro final feliz de los cuentos.

La base de cada uno de los robots es un animal disecado, desde un perro a un ciervo, aunque, eso sí, mutilados y combinados con piezas metálicas. Pese a toda la tecnología y al meticuloso trabajo realizado por un equipo de cerca de 50 personas, Antúnez defiende que 'el espectáculo es distinto cada noche' y eso es, principalmente, lo que lo convierte en una propuesta teatral. El montaje, cuyo coste asciende a 300.000 euros (unos 50 millones de pesetas), es una clara muestra de la nueva orientación del Mercat, al que regresará el próximo año.

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