La estadística, contra el porteador de altura
El sherpa Sher Ajman muere en un alud mientras subía una vía rutinaria
Sher Ajman inauguró el baile el día de la fiesta del Aga Khan y puso en danza un campo base monótono. Era día de fiesta para la comunidad hunza, un día grande en el campo base del K-2. Sher Ajman, oriundo del valle de Diamir, destacaba por su barba surtirolesa y su aspecto europeo, invariablemente vestido con camisa y vaqueros. Ahora destaca por su ausencia, aunque su cuerpo esté ahí mismo, a 50 metros del campo base pero en el hielo del glaciar, cubierto por una lona azul. Sher Ajman, porteador de altura, trabajaba para la expedición de los españoles Luis Fraga y Miguel Ángel Vidal, y el sábado se convirtió en la primera víctima de la temporada en el K-2, un verano aciago, donde los días se suceden sin alteraciones: viento y nieve.
A las cuatro de la madrugada, dos sherpas nepalíes, dos porteadores locales (los cuatro contratados por la expedición de Carlos Soria), Sher Ajman y Jazin, otro porteador de altura, también al servicio de Fraga y Vidal, escalaban los primeros largos de la ruta Cesen. Era un día normal de trabajo, una pequeña misión de rutina para abastecer el primer campo de altura. Los seis avanzaban en hilera, seis puntos luminosos destacados sobre el hielo y la noche, ya a punto de alcanzar la cota de los 5.400 metros. No avanzaron más: un doble estruendo frenó en seco su avance. Y su pulso. Era el anuncio de una avalancha. Desde el campo base, Carlos Soria, levantado a esas horas, creyó ver cómo el alud arrastraba un punto de luz. Después, una nube de nieve fina cubrió las tiendas, cruzó el glaciar y murió decorando las laderas del vecino Broad Peak.
Pasado el alud, cinco de los seis porteadores seguían en la pared. Faltaba Sher Ajman. Cuatro de ellos habían tenido tiempo para refugiarse en la pared rocosa. El quinto, el sherpa Lhakpa Gialu, se hallaba más arriba y apenas tuvo tiempo de aferrarse a la roca, una mano crispada sobre la otra. Su cuerpo estaba suspendido en el aire, horizontal pero atado a la vida gracias a la resistencia de sus dedos. Horas después, Lhakpa afirmaría que estuvo así, temiendo que una roca golpease sus manos y le desalojase de la pared, cinco minutos. Lhakpa contó alucinado cómo vio acercársele un alud convertido en una ola de chispazos que iban y venían. El alud, con toda probabilidad originado por la rotura de un serac (formaciones de hielo) o de una placa de nieve, arrastraba rocas que, al chocar con la pared, encendían chispas. Lhakpa es uno de los sherpas más famosos en Nepal, cuenta nueve ascensiones al Everest, mientras que su hermano, Jangbu, que también sobrevivió al alud, ha pisado siete veces el techo de la tierra.
Apenas costó dar con el cuerpo de Sher Ajman, recuperar su casco destrozado de entre el caos de bloques de hielo, nieve y roca. Poco después del accidente, Fraga, Vidal y otros integrantes de diferentes expediciones españolas como Carlos Soria, Pepe Hurtado, Jorge Palacios, Carlos Suárez, Mikel Zabalza, Jordi Tosas y una nube de porteadores recondujeron el cadáver hasta el campo base. El círculo de respeto y silencio establecido en las tiendas se rompió con una expedición japonesa, que siguió sus planes, camino del espolón de los Abruzos. Nadie entendió su gesto. Tampoco el de unos documentalistas norteamericanos que robaron imágenes de duelo a hurtadillas cuando apenas dos semanas antes habían tenido el rostro de presentarse como adalides de la ética informativa. Nadie entiende tampoco por qué murió Sher Ajman. Seguramente por una sencilla cuestión estadística: los porteadores de altura son trabajadores de la montaña, asalariados casi siempre muy bien pagados pero no obligatoriamente enamorados de la escalada. Nadie se expone más a accidentes y desgracias.
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